Sin haber querido aprovechar el tirón de la crisis económica mundial, lo cierto es que Steven Soderbergh no ha podido encontrar mejor momento para estrenar ¡El soplón!, una película que podría pasar como una simple y extravagante comedia de espías sin grandes pretensiones, si no fuese porque el protagonista principal, interpretado por Matt Damon, fue real. Tomando este dato como partida, hay que reconocerle al director que ha sabido plasmar lo que a este personaje le debía estar pasando realmente por la cabeza.
Mark Whitacre trabaja como vicepresidente en una gran multinacional perteneciente al sector agroalimentario. Presionado por su entorno y por su propia conciencia, decide explicar al FBI la existencia de un plan mundial, liderado por su empresa, para fijar precios con la competencia. A partir de entonces se enlazarán situaciones tan divertidas como inverosímiles que nos harán ver que Mark no es, ni mucho menos, el héroe de la historia...
Soderbergh vuelve a la comedia, que parece es lo que se le da mejor, al menos en taquilla (sin olvidar ninguno de sus dramas, liderados por la pionera Sexo, mentiras y cintas de video o Traffic... aunque, claramente, podríamos olvidarnos de Che). ¡El soplón!, basada en el libro publicado en 1998 ‘The informant', de Kurt Eichenwald, revisa la historia de Whitacre que, aunque parezca increíble, es real. Y es que resulta difícil de asimilar que el vicepresidente de una multinacional no sólo se decida a informar al FBI, sino que lo haga durante cinco largos años y que además, a sus espaldas, se dedique no sólo a explicar a los más allegados que es espía y que está colaborando en la investigación de su propia empresa, sino que se vanaglorie de ello. Y eso, sin contar que, paralelamente, y sin informar - evidentemente- al FBI, se dedica a cobrar comisiones... Con todo este material, no es de extrañar que Soderbergh se decantase por realizar una comedia...
Para representar el caos que debía ser la mente este hombre y los actos que, en consecuencia, realizaba, Soderbergh hace uso principalmente de dos recursos que encajan a la perfección. El primero, la voz en off del protagonista: largos monólogos como reflejo de pensamientos que, lejos de explicar lo que está pasando, se encuentran totalmente desconectados con la realidad del momento. Y es que mientras parece pensar sobre su situación en la investigación nos asalta con una reflexión sobre la conveniencia de construir un outlet enfrente de su casa, o se maravilla al pensar que va a ser el gran héroe de la empresa. Y esto, estos pensamientos inconexos propios de un psicópata, continúan hasta el mismísimo final del film, cuando Mark se deja llevar por su propia conciencia, y, a modo de paréntesis (logrando una larga y profunda pena hacia él por parte del espectador), piensa exactamente lo que dice. Un momento de lucidez que le permite ser sincero con los demás pero, lo más importante, consigo mismo.
Así, el efecto que consigue el guión, centrado básicamente en estos monólogos, es el de descolocar al espectador. Igual que el segundo recurso: la banda sonora. Porque en los momentos más dramáticos nos asalta con una música alegre, propia de carnaval, que también nos descoloca... ¿qué se supone que pintan esos estridentes acordes en un relato sobre la conspiración entre empresas? La primera impresión es que no pega, pero nada más lejos de la realidad: toda la historia es un caos así que... ¡claro que pega!
Englobando a estos dos principales recursos, se debe destacar la fotografía, que en esta ocasión, no en vano, también ha querido liderar Soderbergh. Y es que nos encontramos con un film de tonos cálidos, siempre cuando aparece Mark. Tonos que envuelven su forma de ser, su fantasía... igual que su ropa, siempre con colores claros, alegres. En definitiva, Soderbergh ha sabido llevarnos como ha querido a su terreno, y hasta el final, cuando por fin se nos muestra, de forma objetiva, el conjunto global y ordenado de lo qué está pasando. Pero no lo ha hecho solo: Matt Damon sabe sacarle partido al personaje. Sin mostrarle excéntrico, sino más bien apocado, nos muestra al típico que las mata callando. Damon es sin duda el gran conductor de la película, como viene pasando con muchos de los films de un director que sabe apoyarse en sus actores(amigos) para potenciar el resultado final.
Con todo esto, hay que decir que ¡El soplón! no es un film imprescindible, pero sí agradable. Soderbergh no se ha superado a sí mismo, pero ha sabido sacarle provecho a una historia compleja cuyo interés, a día de hoy, se centra en saber reírnos de la situación económica en la que estamos sumergidos.
Ficha técnica:
¡El soplón! (The Informant!)
EUA, 2009
Dirección: Steven Soderbergh
Producción: Howard Braunstein, Jennifer Fox
Guión: Scott Z. Burns
Fotografía: Steven Soderbergh
Música: MArvin Hamlisch
Montaje: Stephen Mirrione
Interpretación: Matt Damon, Scott Bakula, Joel Mchale