En cine a veces las trampas funcionan, otras no. Esto último puede ser o bien por falta de pericia e ingenio o, aun teniéndolos, el autor dé muestras de una ética por demás discutible y criticable. La ganadora del Oscar de 2008, Quisiera ser millonario (Slumdog Millionaire), puede incluirse en esta última consideración, pues su retrato de la difícil realidad india era la vil excusa para narrarnos un cuento de hadas estructuralmente muy bien dosificado para disfrute del público occidental (los miles de votantes de la Academia).
En terrenos más cercanos, también en 2008, Cyrano Fernández, del venezolano Alberto Arvelo, emprendía también su particular trampita al trasladar al famoso héroe de Edmond Rostand a una actual barriada caraqueña, para terminar contándonos una historia de amor nada creíble y que concluía, absurdamente, en un escenario teatral, olvidando olímpicamente el retrato social que en principio prometía el film.
Por los mismos caminos anda esta Venezzia, de Haik Gazarian, cuyo arranque argumental proviene de la época histórica en la que sitúa, en 1942, en plena Segunda Guerra Mundial y basándose supuestamente en un hecho real olvidado, ocurrido en Venezuela, referente al papel jugado por el país como proveedor de petróleo a las potencias aliadas durante el conflicto.
A partir de este nudo, Gazarian intenta contarnos una historia de amor entre un joven oficial del ejército norteamericano, Frank Moore, enviado a un pueblo de las costas venezolanas, para estar alerta ante la potencial presencia de submarinos nazis en la zona, y una mujer madura, Venezzia, esposa del oficial venezolano, del cual está a las órdenes el joven extranjero. Para más señas, él es neoyorquino de madre mexicana, por lo que habla perfectamente español, y llega con la convicción de que es una pérdida de tiempo haber sido asignado a semejante pueblo. Ella, aunque no es ciega, padece de una extraña enfermedad que no le permite ver bien, además de que, desde los primeros minutos, se nos informa acerca de su infortunio al lado de su esposo.
Gazarian intenta que estas dos líneas dramáticas funcionen, el complot y la historia de amor, pero los resultados son bastante lamentables por las incongruencias del guión que no sabe construir un relato creíble, atractivo, interesante, en el que la intriga y el suspenso debieron jugar un papel decisivo.
En cuanto a la historia de amor -que a veces se superpone al asunto del complot-, no es sólo el hecho de que sea completamente previsible, sino que ni el esposo de Venezzia (un verdadero cliché) representa un elemento amenazante, ni la aparición de un personaje femenino, que resulta ser la amante del esposo, madre, por demás, de un hijo bastardo de él, no agregan nada importante al drama romántico que se cuenta, sino simplemente de informarnos de la condición de mujer estéril que es Venezzia.
Por si fuera poco en esta relación se manejan otro tipo de elementos que están allí pero pareciera que el director no los hubiera visto. Pongamos como ejemplo, el hecho de que un joven extranjero llegue a un país del cual desconoce sus costumbres culturales y/o gastronómicas, a las cuales deberá, por supuesto, acostumbrarse. En este sentido hay que resaltar la escena en que ella le sirve un plato de comida típico venezolano y la forma distinta en que ambos lo consumen, sin que haya ninguna observación al respecto ni del autor ni de los personajes mismos y sin que este aspecto represente algo dentro del desarrollo del romance.
Por el otro, uno sale del cine sin saber exactamente en qué consistió el complot del cual se habla allí, referente a la presencia de nazis en aquel pueblo. Aquí es patética la escena en la que el protagonista entra a un restaurante, cuyos dueños son alemanes, y por tanto le hacen sospechar que son los verdaderos espías nazis. Después de ser golpeado, es expulsado del restaurante para tropezarse con Venezzia que pasaba por allí y lo lleva luego a un baile de tambores, pues se están celebrando los carnavales en el pueblo. ¿Entiende el lector la secuencia? Pues así es todo el film: Una sucesión absurda de escenas que eliminan cualquier posibilidad de intriga o "suspense" hasta llegar a un desenlace que intenta unir tanto el complot como la historia de amor en forma de tragedia.
Una cosa más habría que agregar: La presencia de Rudy Rodríguez y del mexicano Alfonso Herrera. Ella, una de las actrices venezolanas de televisión más famosas; él, proveniente de un grupo musical bastante popular entre los jóvenes. Ambos, sin duda, el gancho de un film acartonado y simplón; ambos, también, incapaces de insuflar vida o creíble pasión a sus personajes.
Podría seguir enumerando disparates: el prólogo y el epílogos inútiles, situados en un presente que pretende resaltar la importancia histórica de ese cuento... los desaciertos de la dirección de fotografía, indigna de un profesional como Vitelbo Vásquez, que impiden saber si es de noche o de día...
Ficha técnica:
Venezzia
Venezuela, 2009
Dirección: Haik Gazarian
Producción: Delfina Catalá
Guión: Jörg Hiller, Edgar Ramírez y Valentina Rendón
Fotografía: Vitelbo Vázquez
Música: José Vinicio Adamez
Montaje: Gerson Aguilar
Interpretación: Alfonso Herrera, Ruddy Rodríguez, Valentina Rendón, Rafael Romero y William Goite