Bye bye love

(500) Días juntos [(500) Days of Summer]. Marc Webb, EUA, 2009
Por Javier Moral

500 días juntosCoincidirá el lector conmigo en que los primeros años 2000 han constituido la "segunda edad de oro" de la comedia romántica (made in Hollywood, of course). Durante esta década hemos asistido a su desquiciada e ingente producción por la industria del celuloide, ateniéndose a la única directriz de dar una inamovible primacía a la cantidad frente a la calidad, cuyo exclusivo target eran acarameladas parejas jóvenes o matrimonios rutinarios con ganas de rememorar la máxima "cualquier tiempo pasado fue mejor".

Estos auténticos bodrios atentan, mediante un atraco de más de siete euros (si todavía el cine estimara su precio en función de su aptitud), contra el amante del cine. Y luego nos quejamos de las descargas de internet. Menos mal que los títulos, regurgitados por creativos en horas bajas que evidencian síntomas de una preocupante salud mental (American Playboy, Novia a la fuga, Qué les pasa a los hombres o Y entonces llegó ella, por citar algunos de los más actuales y patéticos), sirven de guía improvisada para el espectador incauto, arrimándole a otros nombres más atractivos y sugerentes con superiores probabilidades -casi seguras, diría yo- de satisfacción.

Resulta chocante que, por un lado, el romance y la comedia, como géneros independientes, hayan funcionado desde el nacimiento del medio cinematográfico. Pero por otra parte, lo que de verdad asombra, es que las modernas posibilidades tecnológicas, en consonancia con un incesante desarrollo intelectual en el oficio del guionista, sólo hayan servido para mermar la validez de las cintas. Es decir, la hibridación entre lo cómico y lo romántico debería fijar su modelo en obras clásicas como La fiera de mi niña (Bringing Up Baby, Howard Hawks, 1938) o El apartamento (The Apartment, Billy Wilder, 1960), y no en esas películas de los noventa vomitadas del mismo molde que Pretty Woman (Garry Marshall, 1990) o Nueve Meses (Nine Months, Chris Columbus, 1995) -que, por cierto, consagrarían a dos de los baluartes de esta clase de cine, Julia Roberts y Hugh Grant, respectivamente- que ya evidenciaban una prematura decadencia del antaño exitoso experimento.

500 días juntosBueno, dejemos de divagar y vayamos al grano. Entre tanto pelotazo de multicines se ha colado alguna grata sorpresa independiente. La ingeniosa Olvídate de mí (Eternal Sunshine of the Spotless Mind, Michael Gondry, 2004), la cruelmente simpática Juno (Jason Reitman, 2007) o la excéntrica, pero deliciosa, Cashback (Sean Ellis, 2006), sirven de ejemplos. (500) Días juntos es otra de estas revelaciones rebosantes de originalidad que rectifican los patrones del género. Con los pies sobre la tierra desde el primer minuto, al anunciar que los cuentos de hadas y príncipes azules no existen, la película establece la crónica de una relación sentimental completa transcurrida en quinientos días (en realidad, en cuatrocientos ochenta y pico): el primer encuentro, la afloración del sentimiento en forma de cursiladas, el tonteo, el noviazgo, las diferencias, la ruptura, la depresión, el recuerdo.

El romance que viven los dos protagonistas se evapora. El film se centra en ese deterioro progresivo, imparable y predecible de las relaciones modernas. El detonante que dinamita la pareja, no es otro que el miedo al compromiso, una inseguridad habitual que suele manifestarse plagada de incongruencias. En un intento de dejar a un lado la manida insensibilidad masculina, se presenta a un muchachillo detallista y cariñoso, un Joseph Gordon-Levitt por el que no pasan los años y cuya cara de infante le hace pasar por un pringao manipulable que se desvive por su caprichosa e inconformista chica. De esta manera, es fácil posicionar al espectador, a contracorriente del modelo establecido para la comedia romántica, a favor de la pronosticable ruptura.

El máximo acierto del film reside en los saltos temporales, hacia adelante y hacia atrás, a lo largo de los quinientos días. Esta disposición de la historia, característica del cine posmoderno, va administrando el conocimiento del público sobre los dos amantes durante el metraje. De este modo, se establece un ritmo regular y el interés no decae. También sirve para ir enlazando las reacciones con su causa y viceversa. Sin embargo, cuando la película termina, percibimos la alteración cronológica como una táctica para aparentar novedad, una ilusa pretensión de mutación, inédita en el medio, que se queda sólo en eso, en un quiero y no puedo. Si no fuera por el desorden temporal de las escenas y por el atrevimiento a enfocar la historia en el desamor, estaríamos ante uno de tantos idilios cinematográficos prescindibles, como los expuestos al comienzo del artículo.

500 días juntosLa narración goza de otra particularidad respetable, y muy del gusto del que suscribe. La rutina se transmite apasionada, creando una curiosidad paradójica por unas vidas anónimas, similares a las nuestras, resaltando esos detalles intrascendentes, pero que enriquecen la composición psicológica de la pareja. Esta operación puede colaborar al sustento del guión, pero no es un remedio que cure todos los males. Reseñando un antecedente fresco de la comedia romántica, su aplicación fue lo más eficaz del extinguido serial Pushing Daisies, cuya cancelación pudiera deberse a la extremada fantasía amorosa y a unos argumentos alucinantes, por infantiles. Esta definición de la serie de Bryan Fuller puede relacionarse con la catalogación que ha de fijarse sobre la película: hora y media de tales características es aguantable; más de dos temporadas, imposible.

Resumiendo: los enteros ganados al congeniar con ese espectador, enamorado de su compañera de oficina, que vive en la permanente quimera de que algún día llegará su momento, se van al traste cuando la cinta - y su título- enfoca las malas rachas como un agradable y nostálgico recuerdo. Por lo menos, el final consigue agarrar por la pierna a aquel pobre desdichado de querer no correspondido, para bajarle de la nube de un tirón y enseñarle que, por muy bonito que hubiera sido todo y por muy feliz que pudiera haber sido con ella -mentira, por supuesto-, el recuerdo duele y es necesario pasar la página.

Ficha técnica:

(500) Días juntos [(500) Days of Summer]
, EUA, 2009

Dirección: Marc Webb
Producción: Mark Waters, Jessica Tuchinsky, Mason Novick y Steven J. Wolfe
Guión: Scott Neustadter y Michael H. Weber
Fotografía: Eric Steelberg
Música: Mychael Danna y Rob Simonsen
Montaje: Alan Edward Bell
Interpretación: Joseph Gordon-Levitt, Zooey Deschanel, Clark Gregg

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