Miedo nos daba la llegada de El origen del planeta de los simios. Primero, por los continuos cambios de título durante la producción, que hacían pensar (erróneamente) que no tenían muy claro de qué querían hablarnos. Segundo, porque el director, Ruppert Wyatt, no es, lo que se dice, de renombre. Por último, cómo no, lo más preocupante, por la lógica desazón que nos producía el pensar en otro destrozo de una digna saga, tras el mayor fiasco de la carrera de Tim Burton: una reinterpretación de la original El planeta de los simios (Franklin J. Schaffner, 1968) que nos hizo caer la cara de vergüenza.
Así que las expectativas eran más que bajas... pero la película ha sido el sorpresón del verano. ¿Por qué?
Nos hemos encontrado con una película que da una posible (y creíble) explicación a la sublevación de los simios y a cómo éstos desarrollan su inteligencia, poblando la Tierra. Una película donde los efectos especiales se utilizan al nivel mínimo requerido, y, lo mejor, llegas a olvidar que están ahí. ¡Ah! Y sin 3D, alabado sea Dios. Pero, lo más importante, se trata de una película respetuosa con el original, y con sus fans. Porque todo cinéfilo que se precie se lo pasará pipa con los múltiples guiños a la trama original.
La idea base es simple: El Dr. Will Rodman cree haber encontrado la cura a enfermedades como el Alzheimer. Cuando la simio que iban a presentar a los posibles inversores ("Ojos Claros", la llaman... ¿a alguien le suena?) para demostrar la eficacia del virus, tiene un ataque de histeria y debe ser sacrificada, se suspende la investigación. Pero Ojos Claros estaba embarazada... y transmite los efectos del fármaco a su bebé. Al estar éste sano, el efecto es multiplicador: aumenta su inteligencia.
A partir de aquí, la evolución y desventuras del pequeño César (otro gran guiño a la saga) harán que paulatinamente se desencante de su vida junto a los humanos, prefiriendo quedarse con sus compañeros de especie en un entorno libre. Por otro lado, jugar a ser Dios no es bueno, y los humanos acabarán pagándolo.
En definitiva, el argumento del film está totalmente elaborado, sin dejarse ningún detalle al azar que pueda no ser precuela de la original (a los más puntillosos no se les escaparán ni las noticias en la TV ni los titulares en el periódico, que hablan sobre la "suerte" de la nave espacial Ícarus), además de utilizar algunas frases míticas que pronunciaba Charlton Heston en el 68 (incluso le veremos fugazmente en una pantalla de televisión, y también a César montando un juguete con la forma de la Estatua de la Libertad...). Vamos, todo un deleite. Si a esto le sumamos que evoluciona de forma que no hace falta ni tan siquiera haber visto los films originales, nos encontramos ante una película que puede disfrutar cualquier tipo de público, desde el que busca el entretenimiento puro (que lo encuentra, y con creces), hasta el que va al cine sólo para encontrar fallos y poder masacrar el resultado. Quizá, en este sentido, una de las cosas que podemos echarle en cara es que recuerda vagamente a 12 monos (Terry Gilliam, 1995). Si la habéis visto ya, sabréis por qué.
Por supuesto, sólo del argumento no se vive. Así que dejando a un lado sus referencias, y unos más que salvables efectos de digitalización (¿alguien se dará cuenta de que Andy Serkis, famoso también por su interpretación de Gollum en El Señor de los Anillos, es un actorazo?), no podemos girar la cabeza y obviar que muchas de las situaciones planteadas, sobre todo hacia el final del film (alargado más de treinta minutos sin necesidad, porque no había nada más que explicar), son bastante poco creíbles. Pero es el precio a pagar para ganar público, y no lo reprocharemos. Además, sí que podemos encontrar algunas escenas que nos hacen pensar más allá de la lucha simios-humanos. Por ejemplo, el momento en el que César entra en la zona de juegos con el resto de simios. Le atacan por ser diferente. Da igual que seas más listo, da igual que les puedas ayudar. Eres diferente, eres raro. Así que el grupo te rechaza. Como la vida misma, vamos. Y eso de que el hombre va por el buen camino para cargarse el planeta... Bueno, tanta película catastrofista se debe basar en claros indicios, ¿verdad?
El origen del planeta de los simios. Una película cuyo título nos tiró para atrás de buenas a primeras pero que recomendamos, no sólo para pasar un buen rato (ha sido una de las mejores opciones de la cartelera veraniega), sino también para detectar todas las alusiones, que no son pocas, a los films setenteros. Sin duda alguna, un producto para todos los gustos y edades.
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