Las búsquedas siempre serán un tema atractivo en el cine. El buscador va aprendiendo a observar, enfocándose progresivamente en los detalles escondidos e inesperados que le dan sentido a sus pesquisas. Parte de lo que se ve, pero con un agudo sentido que le permite captar señales evidentes que otros no ven. No contento con lo evidente, sabe que hay situaciones profundas y escondidas que solamente salen a la luz por medio de preguntas, de esfuerzos, de descubrimientos. Cada nuevo descubrimiento va teniendo un efecto sobre la personalidad del buscador, que se transforma gradualmente en un nuevo ser, a medida que se ilumina con sus hallazgos, hasta convertirse en un creador de nuevas realidades, capaz de plantear lo que pudiera ser, lo que pudiera resultar.
En 140 DC, época en que Roma se había adueñado de las tierras del sur de Bretaña, limitadas por el muro de Adriano, Marcus Flavius Aquila, un joven oficial romano de la Legión del Águila, se atreve a adentrarse en las ignotas y peligrosas tierras del Norte, en busca de un símbolo perdido. La historia se basa en un hecho supuestamente histórico, la desaparición de toda una legión romana, la Novena, que se desvanece bajo el comando del padre de Marcus Flavius. Desaparece junto con la legión su símbolo, el águila romana y con ello el honor del comandante y de su familia.
El oficial romano se adentra en el misterioso Norte acompañado de Esca, su esclavo y compañero. Es un viaje plagado de descubrimientos, que el espectador puede interpretar como una epopeya guerrera, como una aventura heroica o como una búsqueda personal ambientada por el choque de dos culturas: la romana, orgullosa, metódica, conquistadora y la de los pueblos salvajes del Norte, igualmente orgullosos y altivos, pero más sencillos y primitivos.
La lluvia invade los espacios. Los colores grises matizan los bellos paisajes escoceses. Marcus y Esca atraviesan las montañas y se van uniendo en las dificultades hasta volverse indispensables el uno para el otro. Lo que se ve es el límite, donde el paisaje se impone, las montañas se atraviesan, preciosas, severas y lejanas. La lluvia habla, continua y claramente: no es tierra que se pueda conquistar, es tierra libre, extraña, húmeda. Lo único que puede hacer un conquistador atrevido es explorarse a sí mismo, pues aún derrotando a los pueblos primitivos, jamás podrá contra esos parajes imposibles. Por ello, los romanos construyeron un muro, símbolo de sus límites. Por ello, los símbolos de conquista se han perdido en la distancia y, si bien se pueden recuperar y revivir, ya no se podrán usar como estandartes para emprender nuevos viajes guerreros al país de la derrota.
Las preguntas y los pensamientos invaden las mentes de los exploradores. Cada rincón del camino es una incógnita, detrás de cada árbol hay una selva espesa, más allá de la montañas hay paisajes interminables y nuevos precipicios. Con los días, los viajeros se convierten en expertos buscadores, a medida que responden las preguntas de sus intelectos, guiados cada vez más por sus intuiciones y por su intimidad con el paisaje y el camino.
De pronto aparecen los otros, unos seres extraños, distintos, que deben ser descifrados y derrotados para recuperar el honor perdido de los conquistadores, por ellos humillados. La comunicación entre las dos culturas es imposible, hablan lenguajes diferentes, conciben pensamientos muy distintos, tienen creencias incompatibles. Por un momento Esca, quien también fue uno de esos seres extraños antes de ser esclavo, se siente regresando a su pasado, pero eso no es posible, ya su mente es de romano. Ante el otro amenazante, no hay espacio para la convivencia. En medio de guerras y de muertes, la historia irá avanzando mientras desaparecen las costumbres, las lenguas y los pueblos primitivos. Solo las montañas y la lluvias quedarán y quizás alguna leyenda, como vestigio de esos mundos condenados.
Al final de la búsqueda, los personajes logran sobrevivir para contar su historia. ¿Qué lectura hacemos los espectadores imaginarios y creativos, cuando nos la cuentan? Pienso que vale la pena ver más allá y descubrir en esta historia de romanos un intento de su director, Kevin Macdonald, de plantear búsquedas que no cesan y de sugerir nuevas formas de emprenderlas: la búsqueda de la identidad personal, de los símbolos y del honor, en compañía y de la mano de un amigo distinto a ti. Con un compañero de viaje, la jornada es más llevadera y más completa; y si observas con cuidado, aún la lluvia y el paisaje, así como también los otros, extraños y distintos, tendrán significado.
Vale la pena dejarse llevar por la trama de La Legión del Águila, sentir que la lluvia se te mete en el cuerpo, atravesar esos paisajes imponentes, preguntarse si se trata de una historia real o de un cuento intrascendente, tratar de imaginarse lo que se siente ser un salvaje habitante del Norte frío y triste, invadido por latinos mediterráneos; o un romano atrevido que se asume aventuras imposibles.
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