"¿Y qué voy a hacer, trabajar de barman? ¡Soy abogado Terry, practico la abogacía!"
Mike Flaherty, Win Win (2011)
Personas cercanas, historias normales... vidas extraordinarias. Con tan sólo tres largometrajes en su haber, Thomas McCarthy se consolida como director de sentimientos, un "cuenta-cuentos" del cine independiente que nos sumerge en vidas que podrían llegar a ser tan similares a la nuestra que nos atrapa de lleno.
Y es que si con The station agent (2003) emocionó a medio mundo, con la historia de tres personas con sus propios problemas que encuentran en la amistad el mejor remedio al auto-aislamiento, y con The visitor (2007) logró colarse en las nominaciones a los Oscar, gracias a un Richard Jenkins sublime en el papel de un profesor que ha perdido todo el interés en su vida, hasta que se cruza con la inesperada visita de dos inmigrantes, Win Win (2011) completa lo que podríamos suponer una trilogía sobre hombres desesperados dentro de lo rutinario de su vida. Personas con trabajos estables, con vidas medianamente envidiables, incluso, pero a los que les falta darse cuenta de que la felicidad puede encontrarse donde menos se lo esperan.
Este es el caso de Mike Flaherty. Abogado en horas bajas, sin grandes casos y con una familia a la que sacar adelante, además de (mediocre) entrenador de wrestling en un equipo de adolescentes, cree ver resueltos sus problemas al obtener el fideicomiso de un anciano al que representa, con la condición de ayudarle y cuidarle mientras vive solo en su propia casa. Flaherty no cumplirá su promesa, viendo peligrar su "secreto" con la inesperada aparición del nieto del hombre, un muchacho problemático que escapó de casa... y que años atrás fue campeón de wrestling en su estado. Poco a poco se estrechará la relación entre ellos dos, viendo el primero que por fin sus sueños de infancia pueden hacerse realidad, mientras que el segundo puede haber encontrado una familia que le acepte como es.
Si bien es algo reprochable la bajada de nivel con respecto a anteriores guiones y puestas en escena (aunque para eso siempre está Paul Giamatti, que es capaz de convertir una TV-movie en un largometraje de nivel con su sola presencia), de Win Win es destacable la representación que consigue el propio Giamatti de la miserable condición del protagonista: no deja de ser un perdedor nato que sorprende a todos, incluso a él mismo, al "atreverse" a realizar una acción tan fraudulenta. Lo malo es... que le entendemos, y desde el primer minuto, gracias a un encadenamiento de escenas que nos muestran lo desesperada que es su situación (desesperada para un nivel adquisitivo medio, claro). Y es que errores cometemos todos: ese es uno de los principales mensajes del film. Lo importante es, por supuesto, darse cuenta de ellos e intentar enmendarlos.
Es aquí donde nos topamos con lo peor del film: la historia se conduce bien, pero no deja de ser tan simple que el final es demasiado previsible. Tanto que los escasos cien minutos de metraje se antojan demasiados para dar tanto rodeo a lo que ya sabemos va a ocurrir... y que conste que en ningún momento queremos que termine de otra forma, pero se alarga demasiado la "agonía" del espectador hasta dejarnos ver cómo se soluciona todo... a su manera.
A comentar también, positivamente, la elección de Alex Shaffer en el papel Kyle, el nieto. Es la primera película para este adolescente que, al igual que al Kyle que interpreta, vio cómo su carrera de luchador se iba a pique, en su caso por romperse una vértebra. Es curioso cómo el conocer este hecho, verídico, ayuda a adentrarse en la historia, haciéndola más creíble aún, si cabe.
Por lo demás, Win Win no destaca por nada. Nada en absoluto. Nos deja entonces ese sabor agridulce por esperar algo más del prometedor MacCarthy, pero el conjunto, aunque parezca contradictorio, no deja de ser notable. Porque cuando la historia llega y nos remueve, ya consigue su cometido. Y si no se busca ganar grandes premios, pero sí explicar algo relevante para nosotros, el director ya consigue lo que quiere.
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