Claudia Llosa es una directora peruana residente en Cataluña, que obtuvo con esta película diversos premios, de los cuales merece destacarse el Oso de Oro en el Festival Internacional de Cine de Berlín. Actualmente, La teta asustada está nominada para el Oscar en la categoría Mejor película en idioma extranjero.
Después de un film magistral, como Madeinusa, los espectadores esperábamos otra producción llena de fantasía y de recuperación de tradiciones prehispánicas. En cierta medida, no nos ha defraudado. El personaje central -Fausta- es una joven que padece el mal de la teta asustada. Esta extraña enfermedad es propia de mujeres que sufrieron directamente la violencia de Sendero Luminoso y los paramilitares, y que transmiten a los hijos a quienes amamantan, dejándolos "sin alma". Una buena ocasión para recrear parte de la historia dolida de Perú y las repercusiones que deja en sectores sociales marginales y, en cierto modo, desclasados.
Se ambienta en un barrio periférico de Lima, donde los integrantes mezclan sus tradiciones ancestrales con tintes de la globalización. Fausta mantiene una estrecha relación con su madre indígena y es básicamente un personaje desamparado. Por un lado, no tiene dónde enterrar a su madre, por otro, se ve imposibilitada de conectar emocionalmente con las personas de su entorno, en especial con los hombres. Crece en ella una fuerte melancolía de la que sus parientes son testigos. Como telón de fondo, el rumor del mal que la aqueja es vivido como estigma y es una gran fuente de sufrimiento de hondo significado femenino.
Fausta canta para conjurar su mal. Para ello utiliza su lengua materna, el quechua, que es el cordón que la ata a la teta de su madre. Una teta asustada que ella padece y que configura su desdibujada alma. Como otras mujeres con el mismo mal, Fausta introduce en su vagina un tubérculo, con el que espera producir rechazo en potenciales violadores, y se plantea la misión de dar sepultura al cuerpo de su madre, que guarda, como reliquia, en su propia habitación. Para ello se emplea como criada en la casa de una pianista -Aída- que ha perdido la inspiración. La canción que la acompaña le es arrebatada por su patrona -ocasión para que Llosa pinte el clasismo reinante en las clases pudientes de Lima- quien se la roba, para su beneficio personal. Despojada del único vestigio de identidad, Fausta consigue que su cuerpo expulse el miedo contagiado por su madre y logre un equilibrio en el que tiene especial importancia el amor callado de un hombre. El amor la redime.
Llama la atención el tratamiento costumbrista de los habitantes del barrio limeño. Tenemos ocasión de ser testigos de modelos sociales propios de Latinoamérica, poco reflejados en el cine que se difunde en Europa. En ocasiones, la historia parece teñida por el realismo mágico. Pero es sencillamente el contraste personas que buscar olvidar la violencia.
Aunque criticada por algunos sectores indigenistas peruanos, que acusan a Llosa de demasiado generalista y de presentar la cultura indígena como inferior, la película es sumamente valiosa por aspectos que van más allá de los desdichados episodios históricos. Por una parte, muestra el resultado de la violencia contra las mujeres como sinónimo de perder la vida. Por otra, expresa la respuesta en una forma poética y desgarrada, en la que no pareciera dar lugar a la esperanza. Doblemente despojada, Fausta sufre la violencia de los hombres y de la burguesía, en un doble juego de exterminio.
El final de la película es aparentemente esperanzador: la fuerza de Fausta se impone al dolor. Pero es un bálsamo artificial. Ni la fuerza ni el logro de enterrar a su madre, ni el amor paternal de ese hombre que la protege en silencio calman los sentimientos que ya se han asentado en el corazón de los espectadores. No importa el antagonismo indígena/blanco, quechua/castellano, pobre/rico. El tema de la película es la violencia contra las mujeres que las deja sin alma y sin remedio. Este tema está entroncado con enfermedades populares de Latinoamérica y que están descritas en la medicina indo-latinoamericana. Se trata del "síndrome del susto", que se da en situaciones incontrolables, tanto de orden humano (violaciones, matanzas colectivas, mutilaciones) como de orden natural (terremotos, inundaciones, incendios, aludes...).
Actualmente, hay centenares de casos de mujeres peruanas violadas que se atrevieron a denunciar los crímenes de las que fueron víctimas, tanto por parte de Sendero Luminoso como por los paramilitares. Generalmente pobres y analfabetas, esperan una justicia que difícilmente llegue. Esta película las ha hecho visibles.
Nominada al Oscar a la mejor película extranjera, 2009
Festival de Berlín, 2009. Oso de oro y Premio Internacional de la crítica FIPRESCI
Ficha técnica:
La teta asustada, Perú, 2009
Dirección: Claudia Llosa
Guión: Claudia Llosa
Fotografía: Natasha Brier
Música: Selma Mutal
Interpretación: Magaly Solier, Susi Sánchez, Efraín Solís, Marino Ballón, Antolín Prieto