1873. Un hombre despierta en medio del desierto. Desorientado, se da cuenta de que lleva un brazalete de metal. Algo demasiado misterioso, nada parecido a lo que puede encontrarse ni en el lugar, ni en la época. De repente, una cuadrilla de bandoleros intenta atacarle. Pobrecillos.... Así empieza Cowboys & Aliens. Muy buen inicio, sí, señor. El problema es el resto.
Siguiendo con la tónica general de los últimos años (o, más bien, falta de ideas), Hollywood decide llevar a la gran pantalla, esta vez, la novela gráfica de Scott Mitchell Rosenberg, una obra bastante (muy) menor, cuyo único mérito fue pensar que los alienígenas pueden habernos visitado desde hace mucho tiempo atrás. ¿Cuál habría sido la reacción de esos rudos vaqueros, en plena conquista del Oeste y con el whisky y la búsqueda de oro como una de las pocas ilusiones del momento? La mezcla de géneros no suele funcionar (recuérdese, sin ir más lejos, el fiasco que supuso Indiana Jones y la calavera de cristal, Steven Spielberg, 2008)... así que mejor intentar asegurar el tiro: millones de presupuesto, un cartel que tire para atrás y unos guionistas y director que ya tengan experiencia en esto de las adaptaciones de cómic y, a ser posible, que hayan tenido éxito. No puede fallar, ¿verdad?
Pues falla, y por varias razones. Primero, porque la historia de la novela gráfica no ha servido de suficiente inspiración para tanto guionista. Parece que más que ayudarles a encontrar una buena trama, se hayan bloqueado al no saber qué más extraer de ella. Así, lo que nos encontramos es una buena presentación de los personajes, desde el otrora despiadado Jake al por pocos conocido bonachón Dolarhyde, pero poco más. Se les mantiene a todos tan planos como los personajes impresos en papel, con comportamiento y líneas previsibles (el cowboy tiene que ser distante y seguro de sí mismo, así que dirá pocas palabras que siempre demuestren que lo tiene todo bajo control... sólo hay una escena en la que Craig consigue, con la mirada, demostrar que es un poco vulnerable; el viejo tiene que ser un cascarrabias; su hijo tiene que ser un malcriado, así que tiene que ser posible reírse de él; la chica tiene que ser muy guapa y ocultar su identidad, así que tiene que hablar poco y poner cara de que sabe algo más. Vamos, una consecución de fórmulas más que trilladas).
En cuanto a guión nos ha fallado también que no se explotase un concepto que aparece y sorprende un par de veces en el metraje: los extraterrestres son demonios. Considerando el momento en el que está ubicada la historia, no es nada descabellado: somos pecadores, han venido a llevarnos con ellos al infierno. Pero no. Incluso da la sensación de que les parezca de lo más normal. De hecho, tanto por cómo les persiguen e intentan echar de sus tierras, podrían sustituirse por forajidos o indios y el tratamiento sería el mismo. Es decir, ¿no han podido, al menos, incluir una escena de debate, de quién les sigue para atraparles y quién no se atreve y por qué, etcétera? Una de esas también típica del western, pero en la que se pusiera de manifiesto que la situación no es normal, que no es un grupo de ladrones que han robado en el pueblo, violado a todas las mujeres, y han escapado. En fin...
Segunda razón por la que falla: parece que Favreau ha querido plasmar el lejano Oeste como si de cartón piedra se tratase, también. Consigue que todo, personajes, puesta en escena y situaciones sean un cúmulo de las mejores secuencias de los mejores westerns. Al menos se ha obviado un duelo de uno contra otro, teniendo como oponente a un alien, y con Craig demostrando que no le matan al sacarse una chapa metálica de debajo del poncho.... Además, el ritmo lento, típico del género, no funciona aquí, básicamente, porque no es creíble que aparezcan unas naves de extraterrestres y todo siga igual. No, no. Otra vez: tenemos la sensación de que el director ha querido filmar una película épica, imitando a sus ídolos de infancia, pero no lo ha conseguido.
Tercera y última razón: los actores. Daniel Craig parece haber querido seguir su fórmula de 007. No se lo podemos reprochar, ya que con el material que tiene, poco más puede hacer. Pero claro, el espectador, lo que ve, es que 007 ha cambiado el traje por unos pantalones de cuero y que el gadget de turno es un arma-pulsera. Si a esto le sumamos que Harrison Ford (cuya presencia, aunque no debería, no es nada destacable: parece que está haciendo como Robert de Niro últimamente, películas básicas, mínimo esfuerzo) también nos recuerda a Indiana pero mayor y con mala leche, el resultado es que no conseguimos meternos del todo en la trama y los personajes que ahora interpretan. Lo mismo pasa con el resto del reparto: Olivia Wilde, que sólo destaca, cómo no, por su físico; Paul Dano, desaprovechado, convirtiendo su personaje en un histérico... Con una única excepción, Sam Rockwell. Es el único que ha sabido adaptarse al típico papel del barman humilde hazmerreír de todos y salva sin altibajos los momentos más cómicos de la película. Momentos que, a falta de más acción, escasean, dicho sea de paso.
Pero no es todo malo en Cowboys & Aliens. Hay que destacar el diseño de los extraterrestres, realmente curioso, y lo bien que se fusionan en la gran pantalla con el entorno. Buenos efectos especiales, sí. Por otro lado, la fotografía es notable. No es de extrañar viniendo de Matthew Libatique, asiduo de Aronofsky y nominado al Oscar por Cisne Negro en las escenas en las que el protagonista recuerda su pasado, o en las más dramáticas, el director ha optado por utilizar película con mucho grano y colores muy saturados, que otorgan gran belleza a las imágenes. Y unos paisajes filmados desde la distancia y mostrados estáticos o recorridos con travelling lateral realmente hermosos.
Y poco más. Un film que prometía mucho, y se ha quedado en un producto previsible, que no es capaz de entretener ni al más palomitero. Una oportunidad perdida para iniciar una saga que podría haber tenido gran aceptación y que (esperemos) se quedará en este fallido film que no aporta nada interesante al panorama actual
Trailer: