Los romances plasmados en el celuloide, a menudo, tienden a descollar capacidades amatorias fuera del alcance de la vida real. Esta exageración se manifiesta en forma de pasiones descontroladas, actos extravagantes que reproducen legiones de imitadores o, simplemente, vericuetos de aires modernos en la praxis relacional. Debido a estos factores, las ganas de reformular el género han conducido a una rápida aproximación al desvarío emocional, a la intensidad en el fluir de la pasión. Es decir, ha procedido a la presentación de historias perpetradas por seres poco comunes, alterados física o psicológicamente, o cuyo cometido sobre la pantalla radica en virar hacia lo desconocido los códigos del cine romántico
Entonces, ¿no todo está dicho sobre el amor en el cine? ¿Quién es capaz de prometer una historia diferente? James Gray ha sido uno de los últimos en lograr lo más parecido a una reforma del género, gracias a la consciente certeza de que el cambio debe aplicarse en la expresión -una fuente inagotable de posibilidades- y no en el manoseado e inmutable contenido -un libro gordo, aburrido y repetitivo de temas
Leonard está triste. Abatido. La sombra del recuerdo le ha sumido en una loc ura íntima que, probablemente, también proyecte al exterior a través de una flamante bien escogida imagen de la inseguridad y el sufrimiento (Joaquin Phoenix). Indefenso y desvalido se resguarda en el calor del hogar paterno, el cual, además, le brinda la ocupación con la que sustentarse de por vida. Leonard tiene una gran carencia. Mejor dicho, ha sufrido una gran pérdida. Se le esfumó el amor. Pero, un buen día, se topa con una supuesta oferta. Y como toda buena oferta, exige una reflexiva decisión; entre la razón y el impulso, la realidad o la fantasía.
Two Lovers hace acopio de todo tipo de prejuicios y clichés sensibleros -también de los atribuidos a la comunidad judía, pero esa es otra historia-, los pasa por una túrmix y los introduce en la mollera de un individuo perturbado mental y sentimentalmente, víctima de una manipulación en su naturaleza masculina obrada por el principal requisito vital del ser humano (biológicos aparte), el afecto. Así, pese a sus constantes obviedades y a una previsibilidad acuñada de principio a fin del metraje, la película embelesa y establece su tempo dramático con cada movimiento de Leonard, el inmejorable trabajo de Phoenix que la dota de sentido, como si en su desquiciada noción pasajera de las relaciones sociales fuera a sorprendernos con una reacción inesperada que parece fraguarse, mas sabemos que nunca acontecerá.
Este signo rutilante sume el film en un hiperrealismo de raíz fotográfica, casi de encaje figurado en lo que podría considerarse un reality improvisado y solemne. El espectador sirve de ojo postizo de Leonard, de conciencia vaticinadora, en tanto en cuanto el personaje abre su corazón, variando de los rasgos sicóticos a los corrientes, dejando de mostrarse como germen de inquietud y miedo. Al lado de nuestra contrapuesta mirada equilibrada se encuentra la de sus protectores padres, dos pedazos de pan que me resuenan a los que ya nombrara en el número anterior de esta revista, los de Jenny en An Education (ídem, Lone Scherfig, 2009). Este tipo de progenitores tan cinematográfico no sólo busca lo mejor para sus vástagos, sino que apoya incondicionalmente los empecinamientos de éstos, hallando un balance remoto en lo que se podría calificar como la autoridad paternal perfecta. Y, ahora que viene a cuento, es particularmente llamativo el hecho de que estas dos cintas se hayan inclinado hacia la simplicidad expresiva como canal hacia la eficacia, en una estructura narrativa de cuyo parentesco no costaría convencernos. Datando su producción en 2008, quizás la cinta de James Gray hubiera merecido una mejor suerte de cara a los galardones.
A fin de cuentas, Two Lovers aspira a dejar huella, necesita ser reconocida como -lo que en realidad es- una lozana experiencia pasional disidente del género, al igual que el hombre, y en este caso concreto Leonard, necesita ser amado. Su lirismo es conveniente en su mayor parte, aunque a veces llegue a aturdir cuando se le suman esas composiciones musicales delicadas y dulces que empalagan un nítido retrato. No obstante, un apunte que no debe pasarse por alto: Gray salva el pellejo gracias a su casting. Un film que exhibe unos modos tan tenues de romper con la tradición romántica hubiera fracasado de no contar con unos actores que absorben la ternura que demanda el guión sin ninguna vacilación, y la tornan dolor con una pasmosa facilidad, para arrojarlo como un demoledor mazazo contra las estremecidas nucas del respetable.
Festival de Cannes 2008. Sección Oficial.
Ficha técnica:
Two lovers, EUA, 2008
Dirección: James Gray
Producción: Donna Gigliotti, James Gray y Anthony Katagas
Guión: James Gray y Ric Menello
Fotografía: Joaquín Baca-Asay
Montaje: John Axelrad Música: Varios
Interpretación: Joaquin Phoenix, Gwyneth Paltrow, Vinessa Shaw, Isabella Rossellini, Moni Moshonov
Por favor, comparte con los lectores de Revista de cine - Críticas, tráilers, sinopsis, análisis de películas tu opinión acerca de este artículo.