Desde que supimos que Spike Jonze era el elegido para llevar a la gran pantalla la adaptación del famoso cuento infantil de Maurice Sendak, sabíamos que el resultado iba a ser, como mínimo, muy personal. El director, alabado por sus innovaciones en el mundo del videoclip (recordemos el inclasificable Praise You, de Fatboy Silm) y con dos de los films más sorprendentes de los últimos años (Cómo ser John Malkovich - 1999 - y Adaption - 2002) deja a un lado las complejas (y ocurrentes) historias que le caracterizan y se centra, esta vez, en explicar de forma simple el argumento del cuento. ¿Defrauda? Por supuesto que no. Donde viven los monstruos es puro cine de autor.
Max es un niño con una imaginación desbordante, pero también problemático, que a veces sufre pequeños ataques de ira cuando las cosas no se desarrollan como a él le gustaría. En uno de esos ataques, enfadado con su madre, se escapa de casa, y llega tras un duro viaje a la isla donde viven los monstruos. Una vez integrado a ellos, será elegido rey para llevar la felicidad al grupo, pero pronto se dará cuenta de que el encargo no es tan fácil como parecía en un principio.
Jonze, con la ayuda del escritor y guionista Dave Eggers, ha cogido un cuento para niños y lo ha convertido en toda una melancólica reflexión sobre la soledad, la incomprensión por parte de los adultos, lo difícil que es crecer y dejar de ser el centro de atención, la importancia de dejar volar la imaginación (eso que poco hacemos al hacernos mayores)... No está mal, si consideramos que el cuento original suma un total de 19 frases.
Y es que, si la historia original ya es buena, lo que hace el director es llevarla a un plano superior. Recordándonos en algunos momentos al personal viaje al particular mundo imaginario de El viaje de Chihiro (Hayao Miyakazi, 2001) o a la imaginación de Bastian/la misión de Atreyu y Fújur en La historia interminable (novela de Michael Ende, 1979, película de Wolfgang Petersen, 1984), el inicio de Donde viven los monstruos ya promete: cámara en mano seguimos a Max, vestido con su disfraz de lobo, persiguiendo a su perro y amenazándole con comérselo. En plena batalla, la imagen se congela: "Where the wild things are (Donde viven los monstruos)", aparece escrito. ¡Ah! Tremendo inicio, que nos descoloca, nos saca de la inmersión que habíamos iniciado tan rápidamente en el film y nos sacude, avisándonos que todo lo que está por venir va a ser una sorpresa tras otra...
A partir de aquí, realmente lo es, una sorpresa: Jonze escoge tonos cálidos y apagados para lo que a veces es incluso una terrorífica historia; reproduce fielmente, respecto las ilustraciones originales de Sendak, el aspecto de unos monstruos que, entre todos ellos, resumen los problemas o altibajos que todos podemos llegar a tener a lo largo de nuestra vida: sentirnos aislados e ignorados, o escuchados y seguidos, deprimidos u optimistas; filma una película compleja, esta vez no por su guión, sino por su estructura: consigue hacernos sentir que estamos viendo un film independiente cuando en realidad nos encontramos ante una superproducción, y es esta simplicidad (no, no es una contradicción) la que nos engulle y atrapa en la isla de los monstruos. Si a todo esto le añadimos una banda sonora de fábula (nunca mejor dicho) encabezada por las canciones de Karen O (cantante de Yeah Yeah Yeah's), la explosiva rareza está servida.
Si estamos obligados a escribir algo negativo, lo único que puede decirse es que, quizá por querer entretener más al verdadero público infantil que se acerque con sus padres a las salas, hacia la mitad del metraje el film pierde fuerza por enlazar varios juegos seguidos entre Max y los monstruos, para volver a coger ritmo en cuanto se plantea que la ideal convivencia no puede ser tal. Vamos, un pequeño desliz insignificante entre tanta maestría.
Donde viven los monstruos no es un film para niños. Es un regalo para todos los que ya hemos pasado de largo esos felices años, y los echamos de menos. Es, por un lado, un cuento sumamente triste y, por otro, una historia que nos arranca casi continuamente una sonrisa. Recordamos cuando éramos como Max. Volvemos a ser, durante casi dos horas, niños. Y, llegado el final, nos deja mal sabor de boca. No porque no nos haya gustado, sino porque hemos vuelto a la cruda realidad, a nuestro mundo de adultos. Si Avatar es el film del 2009 que reinventa el cine en 3D, Donde viven los monstruos es, sin duda, el que reinventa el cine infantil.
Ficha técnica:
Donde viven los monstruos (Where the wild things are), EUA, 2009
Dirección: Spike Jonze
Producción: Tom Hanks, Gary Goetzman, John Carls
Guión: Spike Jonze, Dave Eggers
Fotografía: Lance Acord
Música: Karen O, Carter Storm
Montaje: Eric Zumbrunnen
Interpretación: Max Record, Lauren Ambrose (voz), James Gandolfini (voz)