A John Hillcoat parecen gustarle los ambientes inhóspitos para desarrollar sus historias. Su película debut La propuesta (The proposition, 2005) se sitúa en el árido western australiano en la etapa fundacional del país.
La carretera, que sirvió para clausurar el Festival de Sitges'09, adopta el marco post apocalíptico para desarrollar la adaptación de la novela homónima escrita por Cormac McCarthy y ganadora del premio Pulitzer. Así pues, el director australiano entra por la puerta grande en Hollywood. Y cuenta con un actor solvente y que acostumbra a ser muy eficiente en sus interpretaciones: Viggo Mortensen. Posiblemente, la convicción con la que interpreta a su personaje, sea uno de los baluartes insignia.
Los dos ganchos comerciales vienen por la consagración de la película de los hermanos Coen, No es país para viejos (No country for old men, 2007), basada asimismo en un libro del mismo escritor, y esta moda cíclica de Hollywood de presentarnos relatos apocalípticos en la que estamos inmersos. En todo caso, el film opta por guiarse más por la adaptación de qualité. Por ello, nos tememos, que el largometraje trata de ser sumamente respetuoso con la fuente en la que se basa. Y aunque la película responda a una lógica de mercado, su posición sumisa respecto al nombre de Cormac McCarthy acaba resultando un lastre para un film que no acaba por respirar por sí solo. La literalidad, a veces puede ser un inconveniente. Algo similar, pasó con Watchmen de Zack Snyder (2009) cuando puso en pantalla cinematográfica la prestigiosa novela gráfica de Alan Moore y Dave Gibbons. Su exquisita transposición ahogó el film como dispositivo alternativo al cómic, perdiendo la fuerza cinemática de la imagen en movimiento.
Lo mismo nos sucede con la fisionomía del paisaje devastado y monocromático recreado en La carretera. Se intuye un raspado digital en la imagen, especialmente, cuando la historia se ubica en el itinerario que padre e hijo realizan hacia el oeste. La fotografía del español Javier Aguirresarrobe y la puesta en escena en exteriores se nutre de esos tonos grises y apagados que evocan la tierra yerma. No la que gime y se lamenta porque agoniza, sino la que ya no es más que restos inertes y cenizas, por cuanto sugiere el efecto posterior del desastre ecológico. Este aspecto aflictivo no acaba resultando lo sobrecogedor que debiera ser, precisamente por una depuración y estilización tecnológica que evidencia el artificio. Ello nos da la distancia y nos marca como si presenciásemos un cuadro en el que no acabamos de sucumbir. La película en todos sus frentes se nos presenta con una circunspección (ni demasiado deprimente, ni demasiado truculenta, ni demasiadas impurezas), que aunque no pueda atacarse, en su misma prudencia nos hace sentir la película como excesivamente epidérmica.
Y eso que Viggo Mortensen le pone mucho empeño en su composición interpretativa. Una película que prácticamente reduce su línea narrativa a dos personajes. Son padre e hijo, de cuya relación ya hablamos en la crónica del Festival de Cine Negro de Manresa. Esta reducción impuesta por la fuente obliga a que el largometraje centre su fuerza expresiva en los actores. Pero ello no es suficiente en tanto que a Hillcoat también le interesa explorar la relación del sujeto con su entorno. De ahí se deriva su carácter moral en cuanto interpela directamente al espectador, aludiendo a la responsabilidad que tenemos con nuestro planeta. El exceso y el maltrato al que sometemos a nuestros recursos naturales pueden abocarnos a un escenario como el que se describe en el film. Ya en su anterior película, uno de los dos hermanos protagonistas nos dice que "nunca te hartas de la naturaleza (...) Estar rodeado de ella es estar en calma. Cura al corazón. Las montañas, los árboles, las llanuras interminables. La luna, las miles de estrellas. Cualquier hombre puede estar en calma y completo. Incluso el más despreciable misántropo o el más miserable de los pecadores".
La carretera se yergue como un canto al ecosistema bajo el mismo parámetro. Pero desde la voz que habla de la ausencia. Desde la hecatombe ecológica. En este contexto, se pierden las certezas y no tarda en hacer acto de presencia la debacle de la moralidad (el canibalismo). El hombre destruye su socialización al perder su conexión con la madre tierra que le abastece. Dado que ella ha fenecido, en esa orfandad en la que el hombre vive en su absoluta individualidad, estalla el libertinaje del ser sin la supervisión moral de las autoridades coercitivas (sabiamente elididas). La libertad como fuente de caos. En ese vacío y si hablamos del apocalipsis, era inevitable que las referencias judeocristianas hiciesen aparición. En este caso dosificadas. No hay por qué temer.
El personaje de Viggo Mortensen en ese espacio de salvaguarda que se ofrece a su hijo, ante la pérdida del mundo, y es un matiz que enriquece el tratamiento, se muestra como un ser humano ambivalente en términos morales. Y es esa dualidad contradictoria la que el hijo, como un ente puro, un ángel como le dice el viejo (Robert Duvall), no comprende. El niño debe preservar el fuego al que se alude en la película. El fuego como el símbolo de la vida, la fuerza interna que nos hace avanzar y aferrarnos a la esperanza. Esa esperanza conduce a un sacrificio del personaje de Mortensen. Esa abnegación se explicita en la superación del egocentrismo y en no aceptar la rendición (en oposición a su mujer, interpretada por Charlize Theron). Ya que la vela que se apaga debe pasar su llama antes de que se extinga para no perecer en la absoluta oscuridad.
Ficha técnica:
La carretera (The road), EUA, 2009
Dirección: John Hillcoat
Producción: Paula Mae Schwartz, Steve Schwartz, Nick Weschler
Guión: Joe Penhall
Fotografía: Javier Aguirresarobe
Música: Nick Cave, Warren Ellis
Montaje: Jon Gregory
Interpretación: Viggo Mortensen, Kodi Smith-McPhee, Robert Duvall, Guy Pearce