"Lo sabes. Lo sabrás". La Fuente de la vida (Darren Aronofsky, 2006)
Belleza. Terror. Pasión... y destrucción. O, más bien, autodestrucción. Si tuviésemos que enumerar los elementos que caracterizan y son comunes a todos los films de Darren Aronofsky, seguramente estos cuatro serían los más destacables. Evidentemente, en cada film el director los trata de forma muy distinta: en Pi, fe en el caos (1998), la obsesión del protagonista era descubrir el patrón numérico que rige la naturaleza, obsesión que le aboca a la desconfianza en todos los que le rodean hasta el punto que prefiere eliminar su conocimiento para poder ser feliz. Réquiem por un sueño (2000), sin duda su mejor aportación hasta la fecha, consigue adentrarnos en la asfixiante vida de un grupo de jóvenes -y, lo mejor, la madre de uno de ellos-, cuyo poco interés por el futuro que le ofrece la sociedad, o sus propios miedos a enfrentarse a su poco prometedor destino, les llevan a la perdición más absoluta... buscada por ellos mismos. La fuente de la vida (2006) , con un falso tono mucho más esperanzador, nos descubre de lo que podemos ser capaces por conservar la belleza y la pasión del amor verdadero. El luchador (2008), la película más alejada del "estilo Aronofsky", pero en continuidad con el retrato de sus fobias, sigue a un luchador profesional, mostrándonos en qué se han convertido sus días de gloria. Y, ahora, nos llega Cisne Negro (2010). ¿Sigue el director queriendo explotar esa visión autodestructiva a la que nos aboca nuestro entorno y nuestras propias imperfecciones? Sí, por supuesto. Pero, además, vuelve a querer envolverlo del horror más feroz, disfrazado de hermoso cisne.
Sobre el escenario, iluminándola exclusivamente a ella, vemos danzar a Natalie Portman el preludio de El lago de los cisnes (en realidad es el 'Nina's Dream' de Clint Mansell, talentoso compositor que ya ha acompañado más de una vez a Aronofsky). Aparece en el baile Rothbart, en el momento que lanza su hechizo, caracterizado como un terrible demonio que acecha a la joven. Poco después nina se despierta en su cálida habitación, explicando, con una sonrisa, que se ha soñado bailando como el cisne blanco... Este espectacular inicio explica de forma sublime, pero sutil, lo que Aronofsky va a querer demostrar con su Cisne Negro: la presión del entorno, la lucha por salvarse, por ser uno mismo, pero también el miedo a demostrar quién se es realmente.
El director consigue emplazar en un lugar tan inocente como puede parecer una compañía de ballet en una historia de verdadero terror, haciéndonos ver que la vida, por muy simple y hermosa que pueda parecer, está llena de obstáculos, y que nosotros mismos podemos ser el principal freno para nuestra felicidad. Así, veremos cómo Nina duda de sus propios compañeros, imagina tremendas confabulaciones en contra de ella, se aterroriza al verse capaz de desobedecer a su madre, incluso de hacer volar su imaginación. La tensión, la responsabilidad impuesta por sus maestros y por sí misma, la conducen a un estado que acabará sobrepasándola, sacando a flote lo peor que hay en ella: su propio cisne negro, ese que tanto le reprocha su profesor que no es capaz de interpretar de forma convincente, y transformándose, al pasar, aunque sólo sea momentáneamente, de ser la reprimida y obediente niña buena a la sensual e invencible mujer fatal. Así, la historia de Nina es, entonces, el puro reflejo de la odisea que pasa Odette, el cisne blanco de la famosa pieza. Y, por tanto, desde el inicio sabemos cuál va a ser el destino de la bailarina. Un destino terrible, desesperanzador, pero lógico. Sobre todo para una historia de Darren Aronofsky.
El director obtiene de Portman una interpretación tan sublime como a las que ya nos tiene acostumbrados, pero llevada al límite y, sin embargo, de una forma tan contenida, que nos ha deslumbrado (a nosotros, y al mundo entero, no hay que ver la multitud de premios que está cosechando). Y lo consigue porque la persigue en todo momento, no la deja respirar: con el guión, con la cámara, con los ajustados encuadres... la pone entre la espada y la pared, como a la protagonista de la terrible fábula. Y ella sabe responder al acoso siendo, literalmente, la temerosa Nina, sabiendo demostrar, con un gesto, con una simple mirada, que ese temor no es a los que la rodean, sino a sí misma. Y sacando, de una vez por todas, la ambición que la corroe, en la mejor escena de todo el film (nervios a flor de fiel asegurados), y es que se ha visto siempre aplastada tanto por su madre como por su profesor. Cisne Negro es, por encima de todo, Natalie Portman. Y, tras ella, encontramos las otras dos interpretaciones de chapeau: Vincent Cassell desborda morboso talento siendo el director que acosa a la bailarina para llevarla al límite de sus posibilidades y crear finalmente una diva, seguramente fiel retrato de su propia frustración; Barbara Hershey está omnipresente en sus segundos planos como madre sobreprotectora que ve también en su hija lo que ella nunca pudo ser. En cuanto al cisne negro, la rival de Nina: Mila Kunis pone el contrapunto erótico al personaje de Portman, un tándem tan equilibrado que, como se desea en el film, acaba confundiendo.
Pero, por supuesto, los aciertos del director no se quedan en un tremendo casting. La conseguida fotografía y puesta en escena parecen otros personajes protagonistas. Luz y colores cálidos cuando Nina es niña buena, vestida además de tonos pasteles, blancos y rosas llenan la pantalla. Negro y colores metálicos, fríos, para los "malos" de la película. Espacios abiertos (el gran escenario, la calle y las grandes plazas en las que Nina se sienta), puntos de huida que sólo vemos como fondos lejanos tras el continuo primer plano de la protagonista, atrapada en su propia vida y sin saber cómo escapar. Y, por supuesto, una hermosa pero tensa música, grandiosa mezcla entre las composiciones de Mansell para el thriller psicológico y los muchas veces no menos inquietantes pasajes de Chaikovski. La similitud en los instrumentos escogidos hace que composición original y complemento de Mansell se nos antojen como una misma y acertada banda sonora para esta nueva versión de El lago de los cisnes. Bravo... bravísimo.
De obligado visionado para cinéfilos y amantes del buen cine, posiblemente podrá aburrir hasta límites insospechados a espectadores que vayan al cine pensando que van a encontrarse ante un usual film de terror (y, sobre todo, "engañados" con tanto premio). Pero, ¿desde cuando Aronofsky es usual? Quizá se nos despistó un poco con El luchador (y puede que con su siguiente film... ¿qué hace dirigiendo The Wolverine? Esperamos que no nos decepcione y aporte un particular enfoque a la historia del Logan de X-Men), pero seguro que ahora ha vuelto, y por la puerta grande, a ser él mismo.
Trailer:
Ficha técnica:
Cisne Negro (Black Swan), EEUU, 2010
Dirección: Darren Aronofsky
Producción: Mike Medavoy, Scott Franklin, Arnold Messer, Brian Oliver
Guión: Mark Heyman, Andres Heinz
Fotografía: Mathew Libatique
Montaje: Andrew Weisblum
Música: Clint Mansell
Interpretación: Natalie Portman, Mila Kunis, Vincent Cassel, Barbara Hershey, Winona Ryder