"Todo gran truco de magia consiste en tres actos. El primero acto es La Presentación: el mago muestra algo normal, pero probablemente no lo es. El segundo acto es La actuación. El mago transforma lo que aparentemente era normal en algo extraordinario. Intentas averiguar el secreto, pero no puedes. Por eso, aún queda un tercer acto: El Prestigio. Lo imposible se convierte en posible, y tus ojos ven algo que no habían visto jamás".
Cutter en El truco final (Christopher Nolan, 2006)
Mucho esperábamos de Eva. No sólo por hacer sido destacada en el festival de Venecia, ni por tratarse de la primera incursión de Kike Maíllo en la gran pantalla tras alcanzar el éxito como guionista en la serie catalana Arròs covat. La esperábamos porque ya teníamos ganas de ver una buena película distópica española. Y es que para los amantes del género, no hay nada como poder disfrutar de cualquier novedad dentro de este estilo (también en el Festival de Sitges pudimos saborear el mundo preapocalíptico, aséptico de Carré blanc -Jean-Baptiste Léonetti, 2011-, y coincidimos con Manu Argüelles en que injustamente se fue de vacío), y si es autóctona, mejor que mejor.
Y finalmente nos encontramos con Eva... un producto que no acaba de convencernos. Y es que el film de Maíllo es correcto en su forma, en su estilo narrativo, en su puesta en escena, incluso en sus efectos especiales (no en vano fueron uno de los motivos del retraso del estreno del film, aunque la verdad es que nos enamoramos del caballito mecánico). Pero no atrapa, precisamente por no saber llegar al corazón del espectador. Igual que alguno de los robots que aparecen su propia película, no consigue emocionarnos. El porqué lo encontramos en diversas causas, entrelazadas entre sí:
La primera es, sencillamente, que la historia que queremos ver en la pantalla no es la que vemos. Y es que cuando uno se informa previamente del film (algo que solemos hacer para saber si nos interesa o no ver la película), solamente viendo el trailer, nos creamos unas expectativas. Si bien es cierto que el trailer final presentado evita en mayor grado el saber a ciencia cierta de qué estamos hablando, la verdad es que igualmente deja intuir demasiado. Y este es un gran problema, claro: si intuimos, desgraciamos la historia, ya que Maíllo pretende, sin éxito, que no conozcamos la verdad hasta el inminente final cuando, de hecho, antes incluso de ver aparecer los títulos de crédito (muy buenos, por cierto) ya lo tenemos más que asumido. El director, no sabedor a priori de que el espectador no es tonto, incluso "salpica" de supuestas pistas el metraje: que si el color rojo se repite, que si la niña es una estupenda atleta, que si las frases que dice y las reacciones que tiene se asemejan demasiado a otras situaciones que ya hemos visto previamente... Y aquí enlazo la frase iniciar de El Truco Final: si quieres ser reconocido como un gran mago, tienes que ser un maestro en cada uno de los tres actos: La Presentación, en la que todo debe parecer normal; La actuación, en la que el mago convierte lo normal en extraordinario, y El Prestigio, donde lo imposible se convierte en posible. Maíllo, con Eva, ha demostrado que le queda recorrido para ser un gran mago. Soy consciente de que este párrafo puede ser confuso si no se conoce nada de Eva. Si el futuro espectador está en este punto, felicidades: le recomiendo ir a ver el film. En caso contrario, si el lector ya ha visto la película, seguro puede estar de acuerdo.
El segundo motivo es el desaprovechar una historia que podría profundizar mucho más en el futuro distópico que nos plantea. Un futuro mucho más cercano y posiblemente realista que el presentado en grandes películas como Blade Runner, 12 Monos o Brasil, en el que los robots forman parte de la vida diaria del hombre, ya sea como juguetes, animales de compañía o sirvientes. Es interesante el planteamiento del director al decirnos que tras esa integración, seguro que el siguiente paso es dotar a esas máquinas de sentimientos. Es más, la frase que su protagonista pronuncia, "No importa tanto si los robots sientes o no, lo que importa es lo que te hacen sentir", es referencia inevitable de la condición humana: somos egoístas. No queremos inteligencia artificial para ayudar a esos seres creados por nosotros mismos a poder convivir con nosotros en igualdad de condiciones, en paz y armonía, sino que lo que queremos es demostrarnos a nosotros mismos que somos capaces de hacerlo, y que seguimos siendo sus amos. ¿Quién es el "monstruo", entonces?
En lugar de esto, se nos planeta una historia de amor a tres bandas, que no estaría de más si, en primer lugar, no fuese tema principal (que, repetimos, no debería serlo) y, además, no fuese tan obvia en su desenlace.
El tercer motivo: un inicio demasiado tópico (¿por qué nos gusta tanto hacer colgar a alguien de un precipicio?) nos previene, sin quererlo, de que tal vez no vayamos a ver, como decía al inicio, lo que pensamos íbamos a ver. Es más, y enlazándolo con lo anterior, nos confirma nuestras intuiciones, esas que supuestamente no debemos tener hasta el minuto noventa del metraje. Y claro, el final (incluyendo el momento muñecas de Famosa... quien haya visto la película seguro me entiende) se nos antoja demasiado largo. No es de extrañar, cuando sabes lo que va a pasar.
No obstante a estos tres motivos, es verdad que la película es agradable de ver, cual domingo por tarde en el sofá, ya que si bien no es ningún reto intelectual ni nos invita a ningún planteamiento filosófico sobre el devenir de la raza humana, entretenida, sí lo es. Actores en su gran mayoría justitos en sus interpretaciones (destacaremos un poco por encima de la media a Daniel Brühl, por llevar el peso de la historia, y a Lluís Homar, exclusivamente por las dos escenas en la que baja y sube claramente su nivel de emotividad), y avance de la historia demasiado previsible no ayudan a defender más un film que aprueba por los pelos pro el simple hecho de reflejar el entusiasmo en su preparación. Habrá que ver el siguiente largometraje de este director novel para decidir sobre su prometedora trayectoria.
Trailer: