Secuencia 1 Choque: Exteriores. Noche
En mitad de una ruta solitaria. Un auto se aproxima y se detiene. Su conductor baja y abandona el vehículo sobre el pavimento. El joven se aleja y en ese instante asoman desde una curva dos luces que en segundos colisionan abruptamente sobre el auto abandonado. Muere el conductor. Fondo Negro. Título: El recuento de los daños.
De esta forma estrepitosa y terminante se inaugura una primera escena que no sólo condensará la tragedia, sino que toma el choque como el símbolo de ruptura que atravesará todo el film. Pero también, será un choque de fuerzas antagónicas como lo fue el paso de la dictadura militar en la Argentina sobre la sociedad y, en virtud de ello, de la apropiación de bebés nacidos en cautiverio, cuando sus madres, detenidas en centros clandestinos, los dieron a luz. Bajo esa circunstancia está el germen de la pérdida de identidad, del luto tras el robo o la extirpación, si se trata de un hijo, y de su eterna búsqueda.
Luego de Cómo pasan las horas (2005) y Extranjera (2007), Inés de Olveira Cézar narra aquellos hechos de nuestro pasado basándose en la tragedia de Edipo Rey de Sófocles. Aunque cuesta imaginar cómo se puede plasmar una asociación tan delicada, la autora entrecruza los destinos de una mujer y un joven. Ella es una señora madura, cercana a los cincuenta años, interpretada por Eva Bianco. En lugar del Imperio de la Reina Yocasta, es dueña de una fábrica y de un pasado turbio. Ha enviudado recientemente. Su esposo chocó en la ruta contra un auto abandonado. Basta con remitirse al primer párrafo para comprender el entrecruzamiento. Bajo esa circunstancia familiar cargada de tristeza y desequilibrio, llega un joven treintañero (Santiago Gobernori), procedente de Francia y nacido en la Argentina, para hacer una auditoría en la empresa. Su llegada, que empezó con un choque, continuará provocando cambios y enfrentamientos propios y ajenos. Conocer a la dueña de la fábrica será un antes y después inimaginable en la vida de cada uno.
Desde el inicio de El recuento de los daños todo parece raro e indivisible. Desde lo narrativo, lo estético y lo interpretativo. Forma y contenido parecen ir de la mano, generando una atmósfera densa y aletargada. Los personajes principales y secundarios carecen de nombre; si bien es una forma de universalizar la tragedia, también los despersonaliza. Sus acciones limitadas y pequeñas oscilan entre la abulia y el desinterés. Por momentos responden de manera alienada, sobrepasados; parecen ajenos a la realidad que los circunda. La cámara permanece cerca de ellos, los encuadres indagan sobre lo no dicho, sobre lo que esconden y vacilan.
El relato se desarrolla paulatinamente, con escasas acciones y en torno a espacios interiores, en su gran mayoría. Donde aquella mujer circula o reposa, whisky en la mano, el aire se vicia de luto. En su rostro los planos se vacían con la misma apatía de su gesto. Pero, en cambio, el rostro del joven se ilumina de curiosidad y la atracción por ella va incrementándose. Seducido por su enigma, comenzará a acosarla súbitamente, sin ningún juego previo, sin erotismo. Olveira Cézar no endulza las escenas de este cortejo, que hasta el momento sólo será parte de una acción elaborada precipitadamente, brusca tal vez. Y digo hasta el momento porque aún nos falta información sobre la historia. Falta descubrir el pasado de ambos.
Entre auditoría y auditoría, un plano detalle filtra algo de información, un expediente caratulado "Derechos Humanos" que asoma brevemente detrás de un escritorio. Ella enseguida lo esconde. El joven ya no puede reprimirse y pareciera que ella tampoco. Entonces es cuando lo implícito va dando forma a lo explícito. Comenzamos a ser testigos, una y otra vez, de las escenas de amor entre los nuevos amantes. Y todo parece darse vuelta. Queremos negar lo que el mismo relato nos lleva a entender con acciones mínimas, con breves datos. Entonces aparece Edipo....
El recuento de los daños aborda de manera ambiciosa un tema más que doloroso. Un tema que aún no ha cicatrizado en la historia argentina. La decisión de la guionista y directora en resolver el encuentro (tan esperado y ansiado durante treinta años) entre un hijo y su madre, a través del incesto, ¿no es banalizar el horror? No sólo resulta moralmente incorrecta, sino desacertada. Un film pretencioso que intentó intelectualizar metafóricamente el dolor, cuando aún las madres y las abuelas de Plaza de Mayo siguen buscando a sus hijos apropiados y a sus nietos faltos de identidad.
"No me interesaba hacer un filme sobre una temática social de forma directa, sino a través del juego de imágenes y de sonidos -declara su directora-. No quería bajar ninguna línea ni explicar nada directamente sobre el tema. Me interesa la imagen, el sonido y lo que el espectador captura y comprende, a partir de lo que ve en ella".
Sin embargo, hay temas, como éste y como fue en su momento la polémica La vida es bella (1997) de Roberto Benigni, por citar un ejemplo de tantos, con los que el cine debería tener un límite y un tratamiento más serio y respetuoso. El crítico, como profesional, más allá de juzgar la calidad artística y el logro formal, que en este caso dista de ser la mejor película de Oliveira Cézar, debe repensar su rol y asumir su responsabilidad deontológica frente a una obra opuesta a sus valores sociales, humanos e ideológicos.
Competencia Argentina en el Festival Internacional de Cine Independiente de Buenos Aires –BAFICI 2010.
Sección forum para el Festival de Berlín.
Ficha técnica:
El recuento de los daños, Argentina, 2009
Dirección: Inés de Oliveira Cézar
Producción: Inés de Oliveira Cézar y Alejandro Israel
Guión: Inés de Oliveira Cézar y Ana Inés Berard
Fotografía: Gerardo Silvatici
Interpretación: Eva Bianco, Santiago Gobernori, Marcelo D´Andrea, Agustina Muñoz