Cuando a Rossellini se le cayó la frase del título, no pensaba que estaba definiendo al neorrealismo italiano, ni que traspasaría los límites temporales y espaciales para instalarse como una elección a la hora de filmar. Así lo han creído Tizza Covi y Rainer Frimmet, quienes con un equipo de rodaje mínimo retrataron la vida de una familia en los suburbios de Roma. Pero nada más distante a las dos miradas extremas del extrarradio propuesto por Marcelo Piñeyro en Las viudas de los jueves y por Fernando Meirelles en Ciudad de Dios.
Covi y Frimmet detuvieron su cámara en un terreno ocupado por remolques para contarnos sin prisas la historia de una pareja, integrada por Patti y Walter, un adolescente, Tairo, y una nueva integrante: Asia, la "pivellina" abandonada, que será el pretexto para incluirnos en ese ambiente tan particular, habitado por estos integrantes de un circo. Y si de brillos y luces maravillosas, pases de magia y domadores valientes creen que estoy hablando, están equivocados. Porque la pareja en la que se centra el film, es tan pequeña como su historia, tan humilde como lo son los circos a la luz del día.
Los directores (él austriaco, ella italiana) proceden del documental. En ésta, su primera ficción, navegarán las aguas del neorrealismo, utilizando actores con escasa experiencia, que actúan de lo que hacen en la realidad, registrándolos con cámara en mano y sonido directo. El entorno no puede ser más distante de la Roma de Fellini en La dolce vita, donde la fontana de Trevi ocupa un lugar privilegiado. Aquí, por el contrario, la familia consume la escasa agua que le brinda un grifo de la calle, que es compartido por los otros habitantes de los carromatos vecinos.
La cabellera de Patti, la certeza con que Walter lanza los puñales, los animales que rodean su hogar nómade... son los elementos que nos irán develando la profesión de esta pareja que se ha hecho cargo de Tairo, un chico del cual no conocemos su procedencia, salvo que su padre es domador de un circo estable, pero que pasa sus tardes junto a los protagonistas, quienes en realidad comparten con él sus conocimientos y le brindan una educación que se basa en principios esenciales como la solidaridad y la honestidad.
Como todo adolescente, Tairo incursiona en los primeros pasos de la seducción, estudia sus lecciones de historia y se interrelaciona con chicos de su edad. Esos tres motivos son verdaderos puntos de conexión entre el mundo de los adultos y el del adolescente. Así, la clase de historia que le brinda Patti, reforzada por la visita al museo, deja latiendo aquella frase desafortunada con que Mussolini intentaba justificar su entrada a la guerra: "Necesito unos miles de muertos para sentarme a la mesa de los vencedores", y que pronunciada por el chico adquiere un carácter mucho más demente.
Tanto estas dos escenas, que llevan implícito el carácter geográfico e ideológico de una Italia que hoy se muestra orgullosa bajo la égida de Berlusconi, como aquella otra, en la que Tairo trata de interpretar el formulario oficial de adopción junto a Patti, nos permiten entender la relación que se ha establecido entre el chico y la mujer. Se trata de un nexo cuasi familiar, que no materno-filial, sino donde está impresa una verdadera amistad con visos de parentesco.
La lección de boxeo, por su parte, es una de las escenas más significativas de la película. Tairo le pide a Walter que le enseñe a defenderse de sus compañeros y éste le explica la técnica del golpe, pero además, la ética de la lucha. En pequeñas frases le enseña un comportamiento que no sólo le servirá para atacar si es atacado, para engañar al oponente o para ayudarlo si es necesario. Enseñanzas para la lucha, pero también para desenvolverse en la vida. Un enorme bagaje de valores irá transmitido en esa simple clase.
Apenas conocemos a Patti, con su cabellera roja recortada contra el paisaje gris del invierno, a Walter con su aire bonachón, a Tairo y a Asia, dos chicos que han encontrado en la pareja el amor y la comprensión que no hallaron en sus casas... Nada más, es todo lo que hay en el film de Covi y Frimmet. Sin embargo, nos radiografían una Italia diferente, quizá más real, donde existen insensatas reglas burocráticas de adopción, la comunicación enriquecedora entre jóvenes y adultos, la solidaridad que florece entre los que menos tienen (en tiempo y dinero, Patti y Walter se ocupan de Tairo y de Asia, sin quejas ni reclamos), los prejuicios de clase, según los cuales pueden ser sospechados de querer quedarse con los niños, "como suelen hacer los gitanos". Todas las aprensiones acerca del nomadismo, la vida en la calle, el suburbio peligroso, los valores trastocados... se derrumban en La pivellina.
Sutilmente, se nos dice más que lo que se no muestra. Acaso aquella escena, en la que Walter, desde un cuarto de hotel, habla con Patti sobre la necesidad de devolver a la niña a la policía, mientras en el marco del espejo la "pivellina" lo mira desde una foto. La ternura expresada es justamente contrapuesta al diálogo que mantiene la pareja, donde con firmeza se dice que hay devolver a la niña, pero por el otro, se nos muestra que Asia ha ocupado el corazón de la pareja.
La vida del circo, que permite acomodarse en cualquier lugar; la alegría de compartir un juego que no cuesta nada, como ese duelo entre el agua de mar que amenaza con mojarnos los pies y echamos mano de nuestra rapidez para eludirla; los gustos particulares de Patti, donde los pañales, "por favor, que no sean rosados"... elementos pequeños, que enriquecen un film, donde no existen mayores conflictos ni relaciones de poder. Se nos habla de una pequeñísima comunidad donde todos aportan algo y cada uno se lleva un beneficio. Hay, en La Pivellina, una concentración de humanismo que te deja pensando si, de verdad, todo lo que te preocupa es tan importante como crees, si lo bello está al alcance de la mano, sólo que lo urgente no nos deja verlo.
Festival de Cannes 2009. Premio "Label Europa Cinemas"
Festival de Gijón 2009. Premio mejor película y mejor actriz (Patrizia Gerardi)
Ficha técnica:
La pivellina, Austria-Italia, 2009
Dirección: Tizza Covi, Rainer Frimmel
Producción: Tizza Covi, Rainer Frimmel
Guión: Tizza Covi
Fotografía: Mathias Raaflaub
Montaje: Tizza Covi
Interpretación: Asia Crippa, Patrizia Gerardi, Walter Saabel