Si hay algo característico de Cuba, además de sus deportistas, es por supuesto, su música. Este país transpira notas musicales, ritmo, sabor, fuerza melódica y candor. Aún pese al destino que le ha tocado vivir, el país caribeño nunca ha dejado de vibrar con cada nota de sus canciones latentes en la sangre de todos sus habitantes. Han pasado ya más de sesenta años desde que la vida de la República se transformó para dar paso a una revolución que ha convertido al país entero en una cápsula del tiempo en donde los años 50 se han perpetuado hasta dejar una nación que sobrevive pese al desgaste del sarro y la oxidación de los años, pero que continúa manteniéndose como un país mágico y musical.
En este lugar, en una época de esplendor, alegría y vitalidad, nace una hermosa y colorida historia de amor y música, creada por tres grandes talentos, quienes compartiendo un profundo amor por el jazz latino, decidieron rendir un homenaje a una tierra llena de música inolvidable y ritmos que han hecho una importante aportación a la humanidad.
Antes de ver la película, mucha es la expectativa y más aún al pensar en el posible resultado de la unión de una indescriptible banda sonora (producida e interpretada por Bebo Valdés), una dirección de la mano de Fernando Trueba (Calle 54, 2000) y dibujos creados por uno de los diseñadores y artistas españoles más emblemáticos de los últimos años: Javier Mariscal.
La combinación de todo lo anterior da como resultado una fiesta de música y amor, que narra una historia común, aderezada con el sabor de los cubanos y la intimidad de una pareja, orquestada con la música popular y las nuevas tendencias del jazz, todo visto a través de un dibujo que se pinta con los colores de las sensaciones y la musicalidad.
Retratar a una Cuba esplendorosa y vibrante resulta posible gracias a la utilización de la animación, que aunada a la concepción gráfica y visual ha dado como resultado una película única en su tipo, que llena la vista de trazos y colores. Esta cinta junto con otras como Las trillizas del Belleville (2002), Film Noir (D. Jud Jones, Ritsto Topaloski, 2007) o Persépolis (Marjane Satrapi, Vicent Paronnaud, 2008), forman parte de la animación para un público adulto, del cual se conoce poco o se explota muy limitadamente, ya que la técnica es utilizada -principalmente- para el cine infantil.
Chico & Rita es una película casi en el corte del melodrama que habla fundamentalmente de dos cosas: la música y el amor. La música como motor narrativo, como expresión artística y espiritual, como complemento y cómplice. En ella, las melodías juegan un papel unificador y cohesionador, es un pegamento para la historia y para la vida de los protagonistas. Además es la razón de la existencia de los personajes.
Por otro lado, un segundo tema se hace presente en la obra de Trueba: el amor, en muchas dimensiones, ya sea de Chico hacia Rita, de ambos hacia la música, el amor eterno que supera los obstáculos y trasciende a la barrera del tiempo; el amor que lucha y persiste hasta encontrar su senda; aquel que existe hacia uno mismo (casi como egoísmo); el patriotismo; pero sin importar la forma en la que se representa, el amor está en los 94 minutos del filme.
Además de la historia de amor, cabe destacar el importante momento que retrata la película con respecto al desarrollo del jazz latino. Justo cuando en Nueva York comenzaban los clubes de jazz y muchos músicos cubanos abandonaban su tierra para ir a llenar de música el resto del planeta, es el preciso momento que se vive en esta película. Muchos nombres importantes en el jazz, clubes, intérpretes, músicos, y secuencias con una atmósfera underground y de total libertad musical, llenan la pantalla por momentos, aderezando la historia de amor.
No cabe duda que la mancuerna que han formado los realizadores ha sido una unión atinada. Javier Mariscal, que ha realizado una gran y variada cantidad de ilustraciones, identidades, proyectos visuales y muchas otras piezas, ha sido el encargado de darle vida a una Cuba de la que sólo quedan restos segmentados. Cuba se quedó varada en la historia, es una cápsula del tiempo que ha logrado enmarcar ese esplendor y que se plasma a cada segundo de la película.
Trueba por su parte le ha regalado una vida única a la película, con una cadencia digna del bolero y el son. El director y escritor de la película ya había coqueteado antes con la música latina, gracias a su documental Calle 54 que fue multigalardonado por su realización y que además se vuelve un documento muy valioso por la cantidad de talento que reúne.
Después de este acercamiento y con el apoyo de uno de los mejores músicos cubanos, Bebo Valdés, se puede lograr una banda sonora sólida, armónica y llena de calidad. Su música, especial y única, ha sido interpretada en su mayoría por el mismo Valdés, quien ha sido el modelo de inspiración para Trueba.
Es innegable la aportación que tiene esta cinta a la historia de la animación, al musical y a los documentos que muestran un fragmento más en la vida de una Cuba del siglo XX, que aún conserva los vestigios de sus mejores años. Chico & Rita es un homenaje a la música que tres grandes han querido regalarle al mundo, para recordarle que la isla aún existe y siempre vivirá a través de su música.
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