Solista. Sólo el título arroja cantidad de sugerencias: músico, intérprete, artista... pero hay una segunda lectura, más velada, aunque no por eso menos presente en el film de Joe Wright, que tan inadvertidamente pasó por los Oscars. En este sentido, solista también convoca palabras como soledad, aislamiento, encierro, incomunicación, destierro... Los Ángeles, una ciudad superpoblada, aloja en sus calles a un solista (Jamie Foxx). Un solista en ambos sentidos de la palabra. Un mendigo (aislado de la vida social), enfermo (aislado de la vida real) y músico (aislado de su ambiente creativo).
Para presentarlo, Wright elige como entorno un puente sobre la autopista, así que este ser desolado conversa con otros imaginarios en un ambiente donde la multitud, la velocidad y la contaminación dominan el espacio. Su aislamiento en la muchedumbre será el leit motiv del director para hablar de otra soledad, la de Steve López (Robert Downey Jr recrea al autor del libro en que se basa el film), un reportero que se dedica a escribir sobre las rarezas de la ciudad. Su entorno, el de la redacción del diario, será también multitudinario y de vertiginoso movimiento. En esa vorágine que representa el cierre de una edición, Steve se encontrará en completa soledad. Hasta su musa ha huido de su lado.
Hay cantidad infinita de films sobre la amistad, sobre el encuentro de dos seres completamente diferentes, que en el transcurso de la historia van enriqueciéndose a través de la relación que han establecido. También éste es el caso. Dos seres aislados, cada uno con una virtud (el talento musical en uno y la sensibilidad social, en el otro) crean una relación que va pasando por la euforia de la nueva amistad, con variantes que rayan los límites de la confianza y del respeto. Lo típico: encuentros y desencuentros en una especie de viaje relacional en el que ambos evolucionan hasta convertirse en un mejor individuo, como debe ser.
En ese juego y contrajuego en el que el temor puede más que la valentía, o que la minusvalía puede más que el compromiso, el que ayuda se verá ayudado, el que es ayudado se verá respetado, el que es aparentemente más fuerte, será el más necesitado y el que parece débil sabrá lo que quiere. Los roles del frágil y del fuerte se van traspasando de uno a otro, lográndose un contrapunto equilibrado sobre la necesidad y la ayuda, la amistad y el interés (no olvidemos que hay un periodista ávido de notas singulares), la buena voluntad y la invasión del universo del otro.
El solista bien podría constituirse en una obra de teatro, donde los dos protagonistas llevaran a cabo interpretaciones magníficas de sus roles. El músico mendigo necesitado de la oportunidad y el cronista solidario con una pobre vida afectiva. No hace falta más. Ya con ellos dos, el film tiene consistencia. La riqueza del medioambiente que rodea a ambos logra definirlos como los atractivos personajes que se nos muestra.
La película se lleva bien, sin mayores sobresaltos, con una historia medida y controlada, que contiene a estos dos seres como si fueran los últimos que habitaran el mundo. Sin embargo, Wright peca de efectista con algunos planos distanciadores y reiterativos, que más que funcionar como signos de puntuación en el relato, aparecen como insistentes recordatorios de la soledad de estos dos seres, definidos desde un comienzo como tales. Planos cenitales sobre playas de estacionamiento, cubiertas de automóviles perfectamente estacionados en su cuadrícula en, al menos dos oportunidades, o planos secuencias con la cámara recorriendo el espacio para demostrar la vorágine de lo que rodea a estos seres aislados: la redacción, la estación de policía, el hospital, el albergue social... Y, por último, un plano insistente de uno de los personajes con un ventilador que amenaza desde atrás, como preludio del único momento crispante del film. Efectismo usado hasta el hartazgo, despojado de significancia. Y no es que estemos hablando de un director primerizo, sino de quien ha realizado obras como Orgullo y prejuicio (2005) y Expiación (2007), entre otras.
Cabe decir que, a pesar de estas "costuras", el duelo actoral entre Foxx y Downey Jr se disfruta. Porque, más allá del borde edulcorado que parece amenazar con atraerlos, se mantienen firmemente en un protagonismo naturalista, sentimental, sí, pero sin llegar a ser meloso y con un registro parejo entre los dos actores. Steve, en su necesidad imperiosa de recuperar el entusiasmo por la profesión, de atrapar la noticia original y con la carga en sus espaldas de un matrimonio fracasado, descubre su propia soledad en esa búsqueda intensa que resume todos sus esfuerzos: descubrir el talento musical entre los harapos de un mendigo. Y el mendigo, con una historia de entorno familiar y búsqueda artística, sumido en las larvas de la esquizofrenia, no puede darle a ese nuevo amigo más que la certeza de su soledad.
El solista es una película pequeña y hasta podría olvidarse pronto, pero queda la sensación de que en esos dos seres perdidos en el populoso Los Ángeles, hay algo de nosotros.
Ficha técnica:
El solista (The soloist), EUA, 2009
Dirección: Joe Wright
Guión: Susannah Grant (Libro: Steve Lopez)
Fotografía: Seamus McGarvey
Música: Dario Marianelli
Interpretación: Jamie Foxx, Robert Downey Jr., Catherine Keener, Stephen Root, Robyn Jean Springer, Tom Hollander, Lisa Gay Hamilton
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