Se abre el film con un plano detalle de dinero que pasa por una ventanilla de un banco, para ver a continuación a Lorna (Arta Dobroshi) que pide ver al director del banco para un préstamo, ya que ahora podrá pedirlo, dado que pronto tendrá la nacionalidad belga. En menos de un minuto, ya tenemos expuestos los tres núcleos capitales del film que aluden al silencio de su título: el dinero, Lorna (Arta Dobroshi) y la nacionalidad belga. Tras un cierto retraso, se estrena la última película de los hermanos Dardenne, los niños mimados del festival de Cannes[1]. Sus nombres son referencia ineludible si queremos hablar de la cuestión de lo real en el panorama europeo actual.
Sus films, y El silencio de Lorna es un buen ejemplo, evidencian una depuración ascética de los rasgos estilísticos que desnudan los planos, hasta el punto que anulan el concepto de puesta en escena, como término que alude a la reconstrucción espacial y composición de los elementos en la imagen. En su idea fílmica, no parece otorgarse importancia a lo que la imagen contiene. Un tiempo siempre en presente, parece captar casualmente lo que allí se ve cuando la cámara pasa por delante. Como si el resultado de lo que vemos respondiera a un hecho casual como consecuencia del seguimiento que hace la cámara de sus actores principales. De hecho, en la relación de las figuras con el fondo, la ciudad como contexto espacial donde transcurre la acción podría ser cualquier urbe. Los espacios son indefinidos y neutros donde se le resta importancia frente al dominio del cuerpo, que ocupa siempre el lugar central en la visión. Solo permanece un significante que guarda relación con una idea de urbanidad para decirnos que su historia podría pasar en cualquier ciudad del mundo. Esa indefinición no quiere cerrarse a la idea de que sus historias son específicas de un lugar y un momento determinado. Sino que sus dramas sociales son el vestigio de una realidad que está sucediendo en este momento y no tan lejos de nuestros dominios.
Los Dardenne entienden así que la mejor manera de captar lo real es mediante esta concepción austera y precisa. Si bien, la negación de un estilo acaba transfigurando un formalismo específico, no estamos hablando de una rúbrica autista ya que nunca se niega la comunicación (con el espectador). Ello evita que el film se convierta en una caricatura del lenguaje que no alcanza significación por un hermetismo demasiado abstraído en sí mismo.
En El silencio de Lorna lo vemos. Se evita el ensimismamiento para narrar una historia moral, sin cerrarse sobre mí misma, y como tal, se muestra transparente. Su fórmula funciona y es como se articula la idea de conflicto dramático sin renunciar a los ejes estructurales del cine narrativo, para plantear un posicionamiento ideológico que refleje de forma más fidedigna un realismo duro. Pero sin las formas tendenciosas de un Ken Loach que presupone o condiciona la postura ideológica que debe adoptar el espectador. En todo caso, los hermanos Dardenne son más sutiles.
En este cine de renuncia, si entendemos la estratificación social en forma de círculo radial, la cámara de los Dardenne suele posarse sobre aquellos que se encuentran más en los extremos de la rueda. Aquellos que viven entre nosotros pero a los que no les prestamos atención.
El silencio de Lorna indaga sobre los turbios negocios en torno a los matrimonios amañados para facilitar una rápida nacionalidad a inmigrantes que la necesitan. En esa espesa y subterránea telaraña queda atrapada Lorna, cuando acepta casarse con un drogadicto al que se limpiará con facilidad, para que ella pueda así facilitar la entrada a otro inmigrante y se siga alimentando una cadena perniciosa que prioriza el negocio lucrativo por encima de las personas. Las flaquezas y las necesidades son explotadas mientras que todos fragüen una alianza de cooperación interesada y de silencio. Pero los Dardenne que sesgan el film en dos partes mediante el eje que articula Claudy (Jérémy Renier), el marido drogadicto, establece a sus personajes con una crisis de conciencia moral. Era el final de L'enfant y aquí, Claudy será el elemento sobre el que pivotará la conciencia de Lorna. Porque, ¿qué sucede cuando tenemos la vida de otro en nuestros manos? ¿Es posible, en estos tiempos individualistas, todavía creer en el autosacrificio para los demás, con tal de alcanzar unos valores morales? ¿Bajo qué patrones se rige nuestra naturaleza humana en relación al Otro? Todos estos interrogantes recaen sobre Lorna y sus acciones. Los Dardenne no juzgan a su excelente protagonista, pero el escrutinio es implacable, en cuanto no se puede volver atrás para deshacer los errores que acaban afectando al prójimo. Esa imposibilidad y ese peso por el efecto de nuestros actos caerán como una losa sobre Lorna, y con ella, la connotación moral del film. Crimen y castigo. Deseo y culpa. Y en el centro, el silencio de Lorna.
[1] Dos Palmas de Oro: Rosetta (1999) y L'enfant (2005) y un premio al mejor guión para El silencio de Lorna (2008) en tan solo siete películas realizadas, atestiguan el crédito conseguido en dicho festival.
Festival de Cannes 2008. Mejor guión.
Ficha técnica:
El silencio de Lorna (Le silence de Lorna), Bélgica-Gran Bretaña-Francia, 2008
Dirección: Jean-Pierre Dardenne y Luc Dardenne
Producción: Jean-Pierre Dardenne, Luc Dardenne, Denis Freyd
Guión: Jean-Pierre Dardenne y Luc Dardenne
Fotografía: Alain Marcoen
Montaje: Marie-Hélène Dozo
Interpretación: Arta Dobroshi, Jérémie Renier, Olivier Gourmet, Fabrizio Rongione