"Todo cuanto sé, lo sé porque he amado". Con esta frase, escrita por el propio Tolstoi, se inicia el film. Un pulcro y sencillo blanco sobre negro que nos ayudará a comprender el por qué, y el estilo, de la historia que se nos presenta en La última estación (Michael Hoffman, 2009). Porque, lejos de ser un bioptic de interés exclusivo para amantes del escritor, el director ha conseguido plasmar una historia de entretenimiento llena de frescura y emotividad, al más puro estilo Orgullo y Prejuicio (pero con mucho mejor resultado) o Expiación (ambas de Joe Wright, 2005, 2007).
Basado en la novela de Jay Parini (La última estación en la vida de Tolstoi, 1990), el film narra los últimos meses de este gran escritor, desesperado por saber que su lucha interna (la contradicción que supone su vivir cotidiano, como un noble rodeado de riqueza, con la ideología de la que es fundador, el naturalismo libertario o "tolstoismo") ha trascendido su propia frontera, convirtiéndose en una febril lucha entre su esposa, la condesa Sofía, que se opone a la cesión de los derechos de la obra de su marido -ya que eso dejaría a su familia en la pobreza-, contra Vladimir Chertkov, discípulo de Tolstoi, fiel defensor de los ideales del escritor y con interés casi obsesivo en convertir a su maestro en el líder inmortal del movimiento.
La tensión sufrida obliga a Tolstoi a escapar, dejando su casa para huir de lo mundano y dedicarse defender sus ideales, pero muere en Astápovo, una perdida estación de ferrocarril, antes de conseguirlo... Esta es la "versión oficial" de lo que seguramente pasó. Porque, tal y como avanzábamos, Hoffman se sirve de un "envoltorio" más vendible para conducir toda la historia: el amor imposible, tras cuarenta y ocho años de matrimonio, entre Tolstoi y Sofia.
Así, y como decía la canción de Joy División, vemos cómo el amor acabará destrozándoles, una y otra vez. Porque Sofia, otrora musa de su estimado esposo y ayudante a la hora de redactar sus novelas, se ve ahora relegada a un segundo plano por los ideales anarquistas de su estimado esposo, que entiende pero no comparte, siendo apartada tanto por él mismo como por sus discípulos. La desesperación que sufre la lleva a cometer grandes errores que la separarán aún más de él... hasta sus últimos días. Son los últimos coletazos de un amor enfermizo del que somos testigos, en contraposición al nuevo amor que nace entre Valentin Bulgakov, secretario de Tolstoi al que todos quieren manipular, y Masha, una de las campesinas seguidoras del tolstoismo, que vive en la granja del movimiento. Dos historias de amor que transcurren de forma paralela y que son el enlace de lo que el escritor siempre defendió: el amor como precursor de la paz y la igualdad de los hombres.
Michael Hoffman, lejos entonces de centrarse en la amargura del final de la vida del escritor, encuentra la baza del éxito del film en dos aciertos: el primero, la jovialidad que transmite en su puesta en escena. Sin caer en sentimentalismos, parece que nos encontramos ante una novela que Jane Austen podría haber escrito acerca de la vida y desazón de las múltiples historias que vive una familia media-alta en el campo. Una puesta en escena creíble y ágil, llena de luz, pese a que irremediablemente gira en torno a la muerte, que consigue hacernos mantener la sonrisa y estar pendientes de lo que ocurre sin decaer, ni el argumento ni la acción, en ningún momento.
El segundo, el acertado elenco de actores, destacando entre todos ellos al protagonista indiscutible, James McAvoy, que interpreta al secretario de Tolstoi, al que ya vimos haciendo sombra a Keira Knightley en Expiación y que ahora no queda atrás dando la réplica a grandes como Helen Mirren (la condesa fuera de sí que intentará llamar en todo momento la atención), Christopher Plummer o Paul Giamatti (quizá el que menos convence, posiblemente por el parecido de la interpretación con su personaje en El ilusionista, Neil Burger, 2006). Este cuarteto transmite veracidad a un bioptic que, no obstante, en ningún momento pretende serlo, aportando aplomo histórico y veracidad absoluta en lo que están representando. Cómo pudo Sandra Bullock arrebatar el Oscar a Hellen Mirren sigue siendo un misterio a resolver.
La última estación, film recomendable para todo tipo de público, desde quién quiera conocer la obra social que impulsó Tolstoi a parte de su obra de legado universal, y la lucha de poder que esta simple idea provocó entre sus más allegados, como para el que quiera disfrutar de una bonita historia de amor y desamor. Eso sí, no fiarse del trailer, que nos muestra la vertiente cómica exclusivamente. En el film hay drama, y mucho. Pero muy bien combinado.
Oscars 2009. Nominación a la mejor actriz (Helen Mirren) y actor de reparto (Christopher Plummer)
Globos de Oro 2009. Nominación a la mejor actriz de drama (Helen Mirren) y actor de reparto (Christopher Plummer)
Ficha técnica:
La última estación (The last station), Reino Unido-Alemania-Rusia, 2009
Dirección: Michael Hoffman
Producción: Chris Curling, Jens Meurer, Bonnie Arnold
Guión: Michael Hoffman (basado en la novela de Jay Parini)
Fotografía: Sebastian Edschmid
Montaje: Patricia Rommel
Música: Sergey Yevtushenko
Interpretación: Helen Mirren, Christopher Plummer, Paul Giamatti, James McAvoy.