Bienvenidos al europuding versión 2.0. Desde Europa, en las líneas de resistencia contra la invasión norteamericana, la producción ha buscado diversas vías para combatir al enemigo que domina las pantallas autóctonas. Una de ellas, bastante denigrada por la crítica, es la vertiente del europuding. Tal como nos comenta José Enrique Monterde (2007)[1], se tratan de coproducciones entre varios países europeos, rodadas en inglés, con participación de intérpretes y técnicos de diversa procedencia, a partir de núcleos temáticos de supuesto interés supranacional y destinados a la satisfacción de un determinado público "europeo" tan pretendidamente transnacional como los propios films, aunque de resultas tengan un tufo de laboratorio inevitable. Valgan ejemplos como El nombre de la rosa (Der name der Rose, Jean Jacques Annaud, 1986) o la más reciente El perfume: historia de un asesino (Das Parfum - Die Geschichte eines Mörders, Tom Tykwer, 2006). Una fórmula, como vemos con los ejemplos seleccionados, que se basa en escoger novelas de escritores europeos que han tenido amplia repercusión en diversos países europeos para garantizar una rentabilidad mínima, poniendo al cargo a directores con cierta aureola autoral llevando consigo una pátina de prestigio al producto.
Mamut responde a estos presupuestos del europuding: el inglés como idioma predominante de rodaje, actores y técnicos de diversas procedencias y un director con cierto renombre. Pero en esta variante más actual, paradójicamente, desaparece de la ecuación Europa, circunscrita estrictamente a un factor de producción. Es casi un peaje en la redacción de esta crítica mencionar el descarado referente de Babel (Alejandro González Iñárritu, 2006) a la que Mamut responde como la propuesta mimética versión europea, o como la hija pequeña, dado que el alcance de la película de Moodysson no es equiparable al del film de Iñárritu.
En la línea de Iñárritu, Mamut es un film que evidencia una factura correcta pero con una profunda asepsia estilística. Se diluye cualquier atisbo de identidad borrando cualquier seña que responda a signos estilísticos individuales o distintivos. El factor europeo es borrado por un acabado pulcro pero tremendamente impersonal, bajo la consigna de una narración unificadora y globalizadora. De Babel suprime la complejidad de la estructura narrativa (aquí reducido a un montaje en paralelo de los diversos fragmentos) y el impacto emocional. Moodysson reduce los clímax dramáticos hasta el último tramo, desarrollados de forma acelerada. El problema es que te predispone a creer que la narración, pese a la disgregación de relatos, seguirá los cauces clásicos pero esas puntas nunca llegan y cuando acontecen, se superponen en un ensamblaje que insatisface.
A vueltas con la globalización para explicarnos una historia de soledades y de madres desplazadas, localizadas en tres contextos geográficos: Nueva York, Tailandia y Filipinas. De Europa ni rastro, lo cual ya evidencia una insidiosa sumisión respecto a la hegemonía norteamericana, sumado a que esté protagonizada por una actriz norteamericana, Michelle Williams (por lo demás, estupenda) y un actor mexicano, Gael García Bernal (correcto). Ellos responden a un matrimonio bien acomodado, que viven en un loft del Soho neoyorkino, y padres de una niña pequeña. Ella, doctora de urgencias con un horario que le devora completamente la vida personal y él, un nerd que ha dado el pelotazo con una página web de juegos on line y que prematuramente se ha convertido en un hombre de negocios. Jóvenes, ricos, prometedores y felices. Pero la acelerada vida les ha llevado a descuidar el aspecto más importante: su propia satisfacción consigo mismo. Sí, se han realizado en el aspecto profesional y han conseguido el éxito, ¿pero qué queda de ellos?
En los diferentes niveles que opera el film, aquí es donde se consiguen sus mayores logros, especialmente en el personaje de Michelle Williams, algo que ayuda las dotes de una excelente actriz. Porque el episodio de Gael García Bernal en Tailandia y la fácil tentación de infidelidad es el más previsible y el más flaco (por rutinario) de las diversas micro historias que el film despliega. Se completa el binomio con la cuidadora filipina que tiene el matrimonio para que se ocupe de su hija. Una madre que vive en Nueva York, bien alejada de los suyos, que viven en su Filipinas natal. La interrelación de los principales personajes en los diferentes entornos establece un diálogo entre los políticamente incorrectos denominados primer y tercer mundo. A los que Moodysson sigue apelando de forma cristalina para establecer un sutil discurso que apunta a la mala conciencia del occidental. Aquí es donde la crítica mayoritariamente ha alzado su protesta.
Es cierto que la película naufraga en esa pretensión, aunque tampoco creo que sea para romperse las vestiduras. Existen películas mucho más tóxicas frente a las que la crítica se calla. De entrada, le falta rigor para acometer los efectos nocivos de la globalización. Es cierto. Los episodios de la madre filipina que cuida a un hijo occidental, dejando desamparados a los suyos propios en su país de origen; el occidental pederasta que viaja a Tailandia; la joven madre tailandesa que se prostituye y que se engancha a los occidentales para salir de una vida miserable, los cuales les prometen un futuro prometedor y después la dejan tirada en la estacada, todo ello es de un subrayado facilón y reduccionista, aunque las formas de Moodysson no sean las del adoctrinamiento, sino las de deslizar suavemente las consideraciones.
Además, existe una falta de vigencia al enunciado, a pesar de que el tercer mundo se sitúe en otras latitudes frente a las tradicionales, elegidas seguramente porque son de actualidad cinematográfica, ante la consagración en Europa de las cinematografías tailandesa y filipina (el festival de Cannes es un buen termómetro para certificarlo). Hablemos actualmente del nuevo eje económico de Brasil, China e India, el cual opera con fuerza en el panorama económico internacional. Hablemos de cómo la globalización sigue sin distribuir adecuadamente los capitales y enmascara las relaciones de dominación económica. Hablemos cómo la hegemonía del poder económico escapa al control de la política y la fuerza de la economía debilita la autonomía de los estados nacionales. Hablemos de cómo todo ello agudiza la desintegración y la injusticia social. En los tiempos de profunda crisis que vivimos, si se quiere hablar de globalización, hagámoslo con todas sus consideraciones. Porque si no, nos quedamos en una medianía futil y reduccionista, que quizás no era necesaria, dado que en otros niveles, el largometraje funciona.
[1] Monterde, José Enrique (2007): Un panorama del cine europeo en Font, Domènec & Losilla, Carlos (Eds). Derivas del cine contemporáneo, Valencia, IVAC, pág 116
Festival de Berlín 2009. Sección Oficial.
Ficha técnica:
Mamut (Mammoth), Suecia-Dinamarca-Alemania, 2009
Dirección: Lukas Moodysson
Producción: Lars Jönsson
Guión: Lukas Moodysson
Fotografía: Marcel Zyskind
Montaje: Michal Leszczylowski
Música: esper Kurlandsky, Erik Holmquist, Linus Gierta
Interpretación: Gael García Bernal, Michelle Williams, Marife Necesito, Sophie Nyweide, Thomas McCarthy, Natthamonkarn Srinikornchot, Jan David G. Nicdao, Martin Delos Santos, Maria Esmeralda del Carmen