La danesa Susanne Bier construye su filmografía en torno al drama familiar, y cómo dicho contexto se enfrenta al dolor de la pérdida. Es una exploración del duelo y de los comportamientos adaptativos de los integrantes que la viven de cerca. Por ello, la muerte en Susanne Bier siempre goza de un protagonismo principal, variando el foco de atención en los allegados más directos de aquel que desaparece, poniendo a prueba los lazos familiares para indagar en las fricciones y tensiones que conlleva la reconstrucción del mundo interno de aquellos que sobreviven, normalmente caracteres opuestos que encontrarán un acercamiento a través de la experiencia de enfrentarse a la ausencia. Lo comprobamos en Hermanos (Brødre, 2004), film que contó con un posterior remake norteamericano, Brothers (Jim Sheridan, 2009), y que se centra en el hermano que supera la desaparición, acercándose más de la cuenta a la familia donde reside el vacío. En Después de la boda (Efter brylluppet, 2006) y que, de momento, prefigura la estilística de sus posteriores largometrajes, sitúa su vértice en primera persona. Advierto de antemano que desvelo el misterio de la trama, ya que será Jørgen, quien tiene el acecho inminente de la defunción, el que tratará de orquestar la estabilidad de su entorno más cercano una vez que él no esté. Para llegar, por último, a Cosas que perdimos en el fuego (Things We Lost in the Fire, 2007), su, de momento, única incursión norteamericana, para abstraerse por completo en el dolor de una viuda (Halle Berry) con dos hijos, y sus estrategias para trata de superar el asesinato de su marido.
En un mundo mejor, ganadora del Globo de Oro y el Oscar a mejor película extranjera, es más ambiciosa y busca insertarse en las problemáticas geopolíticas de la globalización adscritas a los territorios íntimos, a partir de una exploración de la intervención humanitaria y la acción cívica, algo ya enunciado en Después de la boda y que aquí se le otorga una completa línea narrativa paralela. Busca la senda de films como Babel (2006) o la demagógica Mamut (2009), aunque Susanne Bier se cuida mucho del subrayado fácil o de erigirlo como un film de tesis. Para ello decide centrarse en Anton (Mikael Persbrandt), un médico sueco que trabaja en un campo de refugiados del África negra. Su acción sanitaria en un paisajístico y casi de postal entorno desértico pondrá a prueba sus convicciones idealistas, cuando el contacto con la alteridad está preñado de una violencia sádica e irracional, impuesta por un caudillo, Big man, que tiene aterrorizada a toda la población con su salvaje divertimento: abrir los vientres de mujeres embarazadas.
Su vida personal y familiar en Dinamarca, totalmente descoyuntada por el proceso de separación con su mujer, abre el segundo arco narrativo de la película para que la realizadora, en su alternancia, niegue establecer dogmatismos que empujen a fáciles lecturas, pero lo hila para que una conforme el espejo de la otra. Aquí el protagonista será su hijo, Elias (Markus Rygaard), un niño víctima de bullying. Su contacto con Christian (un intenso William Jøhnk Nielsen), que llega a Dinamarca tras el fallecimiento de su madre, establece la segunda línea de reflexión en torno a la violencia, pero en este caso en una, presuntamente, sociedad más avanzada. Es aquí donde En un mundo mejor saca sus mejores virtudes y remite a la eficaz construcción de dramas sobrios e intensos que le ha otorgado prestigio internacional. Cierto que no escatima manejar elementos folletinescos -descarrilados en Después de la boda, si bien, perfectamente ensamblados en la presente-, pero desde la rigurosidad y respeto de quien construye un melodrama intimista con convicción.
Alejada ya de los tics del movimiento Dogma, formalismo que configuró sus primeras obras, reduce su previa castidad a una sutil y refinada puesta en escena (con algún sofisticado efecto, fruto de las formas de hacer norteamericanas), que siempre está supeditada a los actores (todos ellos excelentes como es norma en su filmes) y al desarrollo de la interioridad de los personajes. Punto y aparte merece el retrato de Christian, donde el duelo toma nombre a través de la infancia, la cual no cuenta con las mismas herramientas psicoafectivas de los adultos, con la consecuente peligrosa inclinación a que una insatisfactoria maduración del lance derive en una vertiginosa conducta patológica.
Para ello, En un mundo mejor establece un montaje muy dinámico y particular que no da un tempo acelerado al film pero sí otorga un ritmo interno a la toma, a través de frecuentes jump-cuts, que cortan la continuidad temporal de la escena para priorizar una exploración indagadora de los rostros, los gestos y las emociones. No hablamos de la epilepsia del montaje videoclipero, que simula velocidad en detrimento de los focos de atención. Porque sus reencuadres y sus barridos, ágiles y rápidos, siempre parecen estar atentos a las emociones socavadas, con tal de traslucir la verdad de sus personajes, varados en sentimientos contradictorios que les hacen vivir en permanente tensión psicológica y anímica. Ello da una identidad que se fragua en la incertidumbre, especialmente reflejada en el doctor Anton, que ve cómo su pedagogía sobre la no violencia, siguiendo las doctrinas de Gandhi, certifica que el pacifismo ya no es un instrumento viable para hacer frente a los conflictos. Su asistencia médica a Big man cuando le necesita para curarle la pierna y su infructuosa forma de resolver el conflicto que tiene con un mecánico impulsivo y agresivo, delante de Elias y Christian, son las dos caras de la misma moneda. No desmerezco su reflexión en torno a la relación del hombre con el mundo, una vez que el sistema de valores que sustentan las sociedades contemporáneas, ya sea en Europa o en África, entra en crisis debido a la penetración de la violencia en nuestras esferas más íntimas, actuando como un cáncer en las relaciones personales. Pero el film no parece necesitar alzar su vuelo y es en la inspección de la relación de Elias y Christian, los dos niños, donde En un mundo mejor se basta y se sobra por sí sola.
Ficha técnica
En un mundo mejor (Hævnen - In a better World), Dinamarca, 2010
Dirección: Susanne Bier
Producción (productores): Sisse Graum Jørgensen
Guión: Anders Thomas Jensen
Fotografía: Morten Søborg
Montaje: Morten Egholm, Pernille Bech Christensen
Música: Johan Söderqvist
Interpretación: Mikael Persbrandt, Trine Dyrholm, Ulrich Thomsen, William Jøhnk Nielsen, Markus Rygaard, Bodil Jørgensen, Toke Lars Bjarke, Camilla Gottlieb, Satu Helena Mikkelinen
Trailer:
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