No sé si recordarán una mediocre película que se llamaba Copycat (1995) de Jon Amiel. En ella el asesino ejecutaba sus crímenes emulando famosos psycho-killers de la historia norteamericana. Pues Paco Cabezas es como el villano de esta película. Perfecto copista, que demuestra haber visto mucho cine, pero al que le falta una personalidad propia para ejecutar los calcos. El cine de Guy Ritchie, Trainspotting (una secuencia de persecución está filmada igual), y hablando de cine patrio, Almodóvar (para reproducir el cliché que el autor ha constituido para retratar a los travestis), De la Iglesia (pero con nula carga satírica) y claro, Airbag (Juanma Bajo Ulloa, 1996), pero sin el distanciamiento deconstructivo e irónico de aquella. Por decir algunos ejemplos, los cuales muchos gravitan en torno al cine de los años 90, apariencia de la que no escapa en ningún momento. No me entiendan mal. No tengo ningún prejuicio con los pastiches, la cita o la intertextualidad. Basta que lean algunas de mis críticas para comprobarlo, en este mismo número, por ejemplo. Pero a todo ello veo necesario una actitud, una cierta posición y, sobre todo, insuflarle a lo que se clona un rasgo distintivo, a riesgo de que todo el artefacto parezca una especie de detritus, aspecto al que Carne de neón se acerca peligrosamente.
Presenta buena factura, técnicamente está bien ejecutada y el director de fotografía cumple su trabajo con oficio. Pero la película, quizás por ambición, quizás por querer manejar demasiados ítems (el Alzhéimer de la madre sobra y algunos microrelatos paralelos también), tiene desmesurados puntos de fuga (por mucho que ate todos los cabos y clausure en un mismo punto convergente todas las historias), de lo que se desprende un excesivo número de personajes y provoca que el film tenga constantes arritmias. La modulación intergenérica está conseguida (pasamos de una comedia castiza a un thriller cada vez más negro y preñado de violencia), pero Carne de neón tiene un exceso de testosterona que acaba resultando cargante. Porque si quieren acusarle de machista trasnochado, Paco Cabezas lo pone fácil con este superávit de desnudos femeninos y, por cómo se toma a chanza el tema de la prostitución (lo peor viene después cuando trata de arreglar el desaguisado; veáse como resuelve la línea de la inmigrante negra). A eso sumémosle su forma de retratar y manejar los roles femeninos, siempre en clara dependencia de los actores masculinos. Además, confía excesivamente en el joven televisivo Mario Casas (Ricky) de ser capaz de llevar encima de sus hombros la carga del film. Y no es que el chico no se ajuste al papel, pero quizás todavía le falta experiencia para estar cualificado para llevar semejante peso.
En fin, aparentar ser gamberro cargando la película de desnudos y de violencia no basta para ser iconoclasta. La tradición carpetovetónica y el esperpento de Quevedo y Valle-Inclán, que tan bien se ha hecho para sí mismo Alex de la Iglesia, funciona bien cuando actúa como espejo deformado de las miserias y contradicciones de la sociedad. Pero esa raigambre, desposeerla de carga vitriólica y de contenido sarcástico, esto es, quedarse con el aspecto más superficial, resulta sumamente peligroso, o como menos, confuso. Por ejemplo, la secuencia en la que van a buscar prostitutas a una especie de mercado negro. No creo que Cabezas la haya visto. Pero tal como está representada y escenificada me recordó a una secuencia muy similar en la extrema La vie nouvelle (2002), de Philippe Grandrieux. En aquella, resultaba desasosegante y perturbadora. En Carne de neón, nos quedamos igual. ¿Realmente debemos quedarnos impasibles ante este mercadeo denigrante?
Es lo que decíamos, el arte del clonador, que copia la forma, pero no sabe, o se olvida, del fondo. Y si no se la tomase en serio, si el film fuese capaz de reírse de sí mismo y de sus propios personajes (se encariña demasiado con ellos y eso, a la larga, le perjudica) como ya hizo Bajo Ulloa en Airbag, podríamos encontrarle su punto de gracia a eso tan disparatado que nos quiere contar: un chaval quiere montarle un prostíbulo a su madre, para cuando salga de la cárcel. Porque tratar de tornar en positivo la figura del proxeneta tiene su osadía. Ya saben, no es que sea un rol muy valorado ni en la vida ni el cine, recuerden al mítico de Taxi driver (1976). Y en ese sentido, con esa ambivalencia que carga a Ricky y Angelito (Vicente Romero), Carne de neón va bien. Pero como digo, demasiado enamorado de ellos, no puede reprimir convertirlos en una especie de ángeles salvadores de las chicas que han prostituido, en un giro de guión, que sinceramente, provoca irritación y frustración. Escozor porque malogra las presuntas intenciones iniciales (decanta la balanza hacia un lado, con lo que Cabezas queda retratado) y porque no resulta nada convincente el desarrollo de los personajes principales, por mucho que los ponga en una situación límite y ella les haga reaccionar. Y exasperación porque no reprime trucos efectistas con Angelito, en el desenlace de la trama. A él le otorga la conexión cómica del personaje con el público. Esto del humor, ya saben que es muy personal. Lo que a uno le hace gracia no tiene por qué hacérsela al vecino. A mí, personalmente no me hizo esbozar ninguna sonrisa sus ocurrencias (posiblemente habían muchos aspectos que me entorpecían), pero vista la recepción del público presente en la sala, debo ser una especie de bicho raro. Porque chequeando la recepción que ha conseguido en los diversos festivales por los que ha pasado y las reacciones que va cosechando, a Carne de neón le augura un buen taquillaje. Con lo que ya me veo de nuevo a contracorriente.
Festival de Sitges 2010. Sección Oficial Galas.
Festival de Cine Negro de Manresa 2010. Placido de Plata a la mejor película.
Festival de Gijón 2010. Sección Esbilla
Trailer:
Ficha técnica:
Carne de neón, España, 2010
Dirección: Paco Cabezas
Producción: Juan Gordon, Daniel Pensa, Miguel Angel Rocca, Tomas Eskilsson, Helena Danielsson, Antonio Chavarrías,Nicolas Altmeyer, Eric Altmeyer, Álvaro Alonso
Guión: Paco Cabezas
Fotografía:Daniel Aranyó
Montaje: Antonio Frutos
Música: Oscar Araujo, Julio de la Rosa
Interpretación: Mario Casas, Vicente Romero, Macarena Gómez, Ángela Molina, Dario Grandinetti, Blanca Suárez, Dámaso Conde, Luciano Cáceres, Antonio de la Torre, Vanessa Oliveira, Juan Carlos Vellido