"- Kill me, Myriam.
- I can't.
- Release me. Please.
- There's no release, my darling. No rest".
John, viejo y atormentado, suplicando a Myriam, su creadora (The Hunger)
En estos últimos años en los que el mito vampírico está tan de moda, aportando al género genialidades como la original Déjame entrar (Tomas Alfredson, 2008) o la bazofia rompe mitos -lo siento, pero lo de que os vampiros brillen como diamantes a la luz del Sol me mata- de Crepúsculo (Catherine Hardwicke, 2008), no me ha sido difícil escoger El ansia (Tony Scott, 1983), como uno de mis primeros reencuentros para El Espectador Imaginario. Por la fascinante perspectiva que aporta al mito. Por las brillantes actuaciones. Por la elegancia de la puesta en escena y una fotografía y montaje que aún ahora sorprenden. Por todo... hay que redescubrir este film y emplazarlo donde se merece: película de culto donde las haya.
Fondo negro, letras blancas: Metro Goldwyn Mayer presenta. Cinco segundos más en negro, y la estremecedora música de Bauhaus ('Bela Lugosi's Dead') inunda la sala, y nuestros oídos, mientras aparece el cantante tras unas rejas, iluminado parcialmente. A partir de aquí, las pocas e inquietantes imágenes se ven entrecortadas por los créditos... hasta que arremete hacia nosotros el título: El ansia. Suenan los primeros acordes del bajo y las imágenes ya son continuas, pero se van congelando a medida que se avanza en la presentación: conocemos a Myriam y John, buscando plan en la discoteca. Y cuando menos te lo esperas: la imagen de una carretera al anochecer y cambio radical de música. Volvemos al cantante y su 'Bela Lugosi's Dead'. Volvemos al coche en la carretera. Cantante. Carretera. Cantante. Myriam fumando y sonando otra música -más inquietante aún- dentro del coche. Cantante. John conduce. Cantante. Ocupantes del coche. Cantante. Corte. Los cuatro llegan a la casa, fuman, se divierten. Cantante otra vez. Se separan dos y dos y empiezan a juguetear. Un mono en una jaula chillando. Cantante. Las parejas. El mono. Un colgante egipcio. Cantante. Parejas. El colgante se convierte en cuchillo. El mono ataca a su compañera de celda. Nuestros protagonistas atacan a sus acompañantes. Una pica donde lavar los cuchillos. Sangre... Y, después, la calma. Los enamorados bañándose al son de Schubert. 'Forever, and ever', se dicen. Estos, señoras y señores, son los mejores seis minutos de montaje para la introducción de la trama de un film que se han visto en muchos años: conocemos a los dos principales protagonistas y su condición de chupa-sangres, y ya se nos introduce el entorno de la tercera protagonista, el laboratorio, cuyo experimento estará muy relacionado con el avance de las vidas de los vampiros. Es, sencillamente, de quitarse el sombrero.
Poco a poco iremos conociendo más a los personajes, adentrándonos en una perspectiva del mito muy inusual. Y es que, a diferencia de muchas otras, no potencia la condición del vampiro -que si no pueden salir a la luz, que si odian los ajos, su fortaleza y superioridad ante los humanos o la violencia que supone su forma de mantenerse con vida, llenando escena, sí, escena, también de sangre. No. El interés de El ansia es muy diferente: en ella se explora la terrible maldición que supone el ser inmortal. La soledad, o más bien, la angustia de necesitar de alguien a tu lado para superar tu propia vida y no caer en la desesperación se aplica a nuestro trío de vampiros... igual que podría aplicarse a cualquiera de nosotros.
Myriam es un vampiro original, por lo que se nos da a entender (con una corta escena que no supera los diez segundos) incluso más vieja que el Antiguo Egipto. Desde entonces, ha vivido siempre acompañada de vampiros trasformados por ella, a los que le prometía que estarían juntos 'forever, and ever', por siempre jamás. Y, en esto, no les engañaba. Pero lo que no les decía es que su juventud, no su inmortalidad, tiene fecha de caducidad. Y ésta es una de las líneas argumentales principales del film: John (David Bowie en uno de los mejores papeles de su carrera, sin duda) empieza a notar que no duerme bien. Enseguida se da cuenta de que le aparecen pequeñas "patas de gallo" en los ojos... y es consciente de lo que le pasa. "¿Cuánto dura el proceso?", pregunta temeroso a Myriam. "Una semana", le contesta ella, apenada. Pero cuando él le pide un beso, ella no es capaz de devolvérselo: ya no le quiere, por mucho que lo intente. Ya tiene otra en quien pensar.
Poco antes habían visto la entrevista a una doctora (una Susan Sarandon rebosante de erotismo) que estudia la relación entre longevidad y sueño, utilizando a monos. Myriam se ha fijado en ella, le ha gustado. La verdad es que en el film no queda claro si los amantes de la vampiresa inician su proceso de envejecimiento cuando ella se interesa en otro/a compañera (la novela homónima de Whitley Strieber en la que está basada la película es más clara), pero, en cualquier caso, el proceso es irreversible. John va en busca de la doctora para ver si puede ayudarle... pero la doctora le evita, pensando que es un loco. Este es el punto que pondrá en contacto a Myriam con la Dra. Sarah, su nueva compañera... hasta que todo se le vuelva en su contra.
Como decíamos, la visión vampírica aquí es muy distinta: narrada de una forma muy lenta, nos invade esa sensación de pausada y tranquilizadora inmortalidad hasta que ocurren hechos que desestabilizan esta parsimonia, dando paso así a rápidas imágenes, montadas en paralelo para seguir varias de las historias que se están dando en el mismo momento, y que tienen algún nexo en común. Vemos breves imágenes de otras vidas, de otros compañeros que ha tenido Myriam. De cómo una situación le recuerda a algún momento de esa felicidad ya pasada con otro. Nos damos cuenta de que ella es consciente de lo que les ocurrirá a sus amantes, pero es tan egoísta que no es capaz de dejar libres a los humanos y seguir sola en este mundo... no, prefiere tener compañeros e ir "acumulando" ataúdes llenos de apesadumbrados inmortales en la buhardilla de su casa.
La puesta en escena es otro de los aciertos del director: el inicio, en la discoteca, personalmente me evoca al ambiente creado en Blade Runner (1982) por su hermano, Ridley Scott. Después, la mansión de Myriam y John, con una mezcla de estilos tan sorprendente que ayuda a hacerse a la idea de que todo es original, herencia de "sus yo" pasados. Para rematar, el vestuario es tremendamente acertado: Myriam (que a estas alturas ya tendría que decir que está interpretada por Catherine Deneuve, que a sus cuarenta años, en el momento de interpretar a la vampiresa, le supo otorgar juventud, pero también la mirada de alguien que no es tan estúpido como un adolescente) lleva modelos inspirados más bien en los años cuarenta y cincuenta, pero con toques de la modernidad de los ochenta (esas tremendas hombreras), que le otorgan elegancia con sabor a moda desfasada pero intrigante... lo que ella es, vamos. Y Sarah, con traje y chaqueta brillantes, llevados con imposibles tacones de zapatos rojos charol... no extraña que la vampiresa se fije en ella. Y, si a puesta en escena, interpretaciones y estupendo montaje le sumamos una música que le va como anillo al dedo (el 'Trio in E-flat, Op. 100' de Schubert -pieza clave también en el Barry Lyndon de Stanley Kubrick de 1975- que abre y cierra el film, primero nos muestra el amor entre los vampiros, luego nos hace conscientes de que la historia va a repetirse, pero con distintos protagonistas; el pasaje de las dos mujeres cantando en 'Lakme', ópera de Léo Delibes y que utiliza Myriam para seducir a Sarah; la 'Suite nº 1' de Bach con la que se enlazan presente y pasado para entender cómo conoció a John; la ya comentada 'Bela Lugosi's dead' de Bauhaus que pone los pelos de punta al inicio y, cómo no, los temas instrumentales compuestos por Michel Rubini y Denny Jaeger, desconcertantes y terroríficas piezas que incluyen tanto sintetizadores como instrumentos de viento para los momentos más intranquilos del film)... ya tenemos un film redondo.
Por favor, alejémonos de desvaríos del mito y centrémonos en lo que un inspirado Tony Scott (cuyo fracaso con este film, sobre todo debido a la mala crítica, le llevó a centrarse en films de acción -Top Gun fue su siguiente film en 1985... saliendo muy bien parado aunque lamentablemente siempre estará bajo la estela de su hermano mayor) quiso aportar al cine del género. Su El ansia, por estar tan exquisitamente bien narrada y por explorar el lado menos conocido de los vampiros, la soledad del inmortal, es de consumo obligatorio tanto para locos del género como para amantes del buen cine. Por cierto, se rumorea (así se anuncia en IMDB) que Tony Scott quiere volver con El ansia 2 en 2012. Esperemos que no destroce lo conseguido con el original.
Trailer:
Ficha técnica:
El ansia (The Hunger),
EEUU, 1983
Dirección: Tony Scott
Producción: Richard Sheperd
Guión: James Costigan, Ivan Davis (basado en la novela de Whitley Strieber)
Fotografía: Stephen Goldblatt, Tom Mangravite
Montaje: Miriam Power
Música: Michael Rubini, Denny Jaeger
Interpretación: Catherine Deneuve, David Bowie, Susan Sarandon