¿Cuál es el precio de ocultar una verdad? Con esta frase cierra el trailer de Sin retorno, y se delata lo que obviamente veremos en los primeros minutos del film. Que haya una mentira, un acusado que es inocente, un culpable que no se atreve a asumir su culpa... son sólo detalles. El film de Miguel Cohan intenta ir más allá. Profundizar en los personajes, en su forma de ver la vida, en el grado en que asumen su responsabilidad y, sobre todo, en los resultados objeto de sus acciones.
Construida a la manera de los unitarios para televisión -género que ha encontrado un buen nicho en la programación de los canales abiertos, donde se conjugan directores noveles con actores prestigiosos (Leonardo Sbaraglia, Federico Luppi) y actores de la pantalla pequeña (Martín Slipak, Luis Machín)-, Sin retorno retrata, como esos productos televisivos, la realidad social teñida de violencia que se ve plasmada día a día en los diarios locales, donde la página roja ha saltado a la primera plana.
Ya hemos visto que el cine también se ha sensibilizado con el fenómeno y ha plasmado esa realidad social, esa violencia y, deberíamos agregar, su consecuencia (también retratada por unos medios, gráficos y televisivos, que intentan sembrar el miedo en la población, para dirigir la opinión pública en contra o a favor de determinada clase política): la injusticia. Cada noticiero de la tele ofrece innumerables veces la misma noticia, dejando la sensación de que por día se han cometido una serie de estafas (Carancho), asesinatos (El secreto de sus ojos) o accidentes (Carancho y ésta, que nos ocupa) que son ignorados por la justicia, como si los argentinos viviéramos bajo la ley de la selva.
Miguel Cohan compone una historia donde los personajes se distribuyen en una estructura simétrica, formada por dos familias completas, cuyo eje está constituido por un padre y un hijo, que serán el lazo que las vincule. Un accidente, un culpable irresponsable, un sospechoso inocente. Lo que los testigos vieron, lo que entendieron, lo que pasó... y la impotencia de que por acelerar un reclamo mediático, la justicia se expida con el primer chivo expiatorio que se le ofrece en bandeja.
Esas son las líneas narrativas de Sin retorno. Simple, económico y hasta previsible. Sin embargo, Cohan prefiere detenerse en esas dos familias, que realizan un contrapeso frente a las exigencias del padre del joven muerto en el accidente. Por un lado, Federico Samaniego, un ventrílocuo que ofrece shows nocturnos para mantener a su mujer e hijita; por el otro, Matías Fustiniano, un joven estudiante sobreprotegido por sus padres. Y un hecho real en esta Buenos Aires cotidiana, que no es el centro del film, aunque sí la causa del accidente: las calles permanentemente rotas o en estado de eterna reconstrucción, donde entraría a jugar un nuevo actor, esta vez institucional, cuya responsabilidad no es menor.
El sometimiento a la justicia por parte de Federico, cuando se lo juzga como culpable. Su paso por la cárcel y la orfandad en que se encuentra, por ser un simple ciudadano sin contactos políticos que le abran el camino de la libertad. La culpa que lleva encima Martín, como una pesada mochila que alivian sus padres con frases hechas y total irresponsabilidad. La furia que arropa el dolor de Víctor, el padre del joven ciclista accidentado. Sobre esos tres ejes se desgrana la historia, sin prisas ni pausas, mostrándonos hasta dónde somos capaces de llegar cuando nos tocan un hijo.
Dicen que el paso del tiempo cura las heridas. Lo principal de Sin retorno no es lo que he contado, sino las consecuencias de las acciones de estos personajes, su devenir luego del hecho, su transformación y ese camino, que de antemano nos han dicho que no tiene retorno. Sí hay un desenlace, y no es una resolución esperable. Una venganza de la talla del personaje de Federico, un tipo sencillo, humilde y trabajador, al que le han arruinado su vida. El triángulo formado por los tres personajes principales se vuelve el nudo del film.
Formalmente, Cohan acude a las convenciones del cine negro, donde el suspenso mayor se encuentra en una escena donde el personaje que tiene el poder de la situación, paradójicamente, se encuentra físicamente en minusvalía. Un espacio aséptico donde un cruce de miradas dice todo lo que necesitábamos saber. Podríamos decir que es el punto culminante del guión, donde mejor se luce el indiscutible protagonismo de Sbaraglia.
El tema es sensible. Sobre todo en estos tiempos en que en la Argentina se disputa una reforma legislativa sobre el monopolio de los medios. Como he dicho al comienzo, éstos dirigen la opinión pública a favor o en contra del gobierno, según les convenga. Pero si sólo hicieran eso; también manipulan el malhumor de los argentinos, de tal manera que presionan sobre las decisiones de los jueces, muchas veces, apuradas para condenar al inocente para demostrar eficiencia. Eso no habla bien de los medios, tampoco de los jueces...
Toda la problemática ética, tanto personal, la de los individuos que deben rendir cuentas de sus actos, como la institucional, la justicia, o la mediática, es el caldo en que se cuece la historia que Cohan nos cuenta, a través de estos personajes cotidianos, que ven transformadas sus vidas por un minuto de irresponsabilidad. Es un tema que todos los argentinos conocemos, sobre los que conversamos diariamente, pero que nos toca íntimamente, porque aunque esperemos que la solución llegue del poder político, si no cambiamos individualmente con respecto al prójimo, difícilmente encontraremos una solución. Es posible que esa sea una lectura moralista. No sé si así se lo propuso Cohan, pero creo que puede ser un aporte para una sociedad que ve menoscabados sus valores.
Sin retorno participó en la 55º Semana Internacional de Cine (SEMINCI) de Valladolid y compartió la Espiga de Oro con un grande, Abbas Kiarostami, por su film Copia Certificada. Quizá estas dos líneas digan mucho más sobre la propuesta formal que lleva implícito el film. A mí, me llegó su mensaje.
Premios obtenidos:
-55º Semana Internacional de Cine (SEMINCI) Valladolid: Espiga de oro, Mejor Largometraje compartido con Copie conforme, de Abbas Kiarostami (Francia, Italia)
- Premio Pilar Miró, Mejor Nuevo Director
- Premio FIPRESCI, Premio de la Crítica
Trailer:
Ficha técnica:
Sin retorno, España-Argentina, 2010
Dirección: Miguel Cohan
Guión: Ana y Miguel Cohan
Dirección de fotografía: Hugo Colace
Sonido: Eduardo Esquide
Montaje: Fernando Pardo
Reparto: Leonardo Sbaraglia, Martín Slipak, Bárbara Goenaga, Luis Machín, Ana Celentano, Federico Luppi.