Un niño muerto en primer plano
no es lo mismo que un niño muerto en plano general,
ni lo mismo que un niño muerto en color.
André Bazin
Durante la Segunda Guerra Mundial, el ejército alemán invadió la provincia de Bolonia (Italia) en represalia por la resistencia italiana que se estaba generando en apoyo a los campesinos de la zona. La contienda entre ambos grupos dio lugar a "La masacre de Marzabotto" en septiembre de 1944, comandada por el SS- Sturmbannführer Walter Reder, y que dio muerte a setecientos setenta civiles desarmados. Entre las víctimas, cuarenta y cinco niños menores a dos años, ciento diez niños menores de diez, noventa y cinco jóvenes, trescientos dieciséis mujeres, cinco sacerdotes católicos y ciento cuarenta y dos personas mayores a sesenta años. Recién en el año 2007 se llevó a cabo el juicio en Italia contra los diecisiete asesinos ex miembros de la SS, condenando a diez de ellos a cadena perpetua y absolviendo a los siete restantes.
A partir de este hecho histórico, reconstruido en las mismas locaciones naturales, el cineasta boloñés Giorgio Diritti plantea una relación entre el pasado y el presente, dando lugar otras reflexiones.
El hombre que vendrá comienza un poco antes, en 1943, y se desarrolla en la ladera del Monte Sole, una región de humildes campesinos agrícolas y hogar de Martina (una bella y expresiva Greta Zuccheri Mointanari). La niña de ocho años dejó de hablar cuando su hermano, recién nacido, murió en sus brazos por falta de atención médica y por sus escasos recursos económicos. Su madre está nuevamente está embarazada, y ella expectante. A su alrededor, todo es conflicto. Las tropas nazis avanzan sobre la guerrilla italiana del comandante Lupo y tienden una redada que, finalmente, dará lugar a la recordada masacre.
El film narra conjuntamente dos historias bien contrastadas, que evolucionan de forma paralela, a medida que el relato avanza. También se intercalan, equilibrando la tensión. Por un lado, vivenciamos el crecimiento de ese niño por nacer. El rezo a la virgen para que lo proteja, el amor de su familia, los celos y la forma contemplativa en que Martina espera a su hermano. Mientras se vivencia una armonía familiar y una lucha diaria por sobrevivir, registramos el avance de los soldados alemanes sobre los partisianos y pobladores. Sus atropellos, los robos a la población, el abuso a las mujeres. Eros y Thanatos conviviendo en plena guerra, atestiguado en los ojos y en el silencio de Martina.
Giorgio Diritti hace un registro cercano y realista de aquel episodio histórico. El travelling subjetivo del inicio muestra camas vacías destendidas, las huellas de los cuerpos que no están. La casa vacía. Un anticipo de los hechos, que funcionará como una metáfora de lo perdido, de lo aniquilado, del odio entre los hombres y de la intolerancia a las diferencias.
La puesta en escena logra reelaborar un escenario y un marco histórico fiel a la realidad, sin llegar a ser un documental, y rescatando detalles vivenciales de los pobladores como de aquellos días, con una gran fluidez. Las locaciones, el vestuario y el dialecto boloñés que hablan sus protagonistas también enfatizan lo real. Las acciones que se van desarrollando generan una atmósfera de incertidumbre y desolación constante, también de miedo. El uso del primer plano resulta compasivo sobre los italianos y denunciante sobre los alemanes. Los encuadres a Martina resaltan su encanto, la pureza de su rostro, su melancolía. Diritti prefiere ejercer su mirada y conducir el relato, en su mayor parte, desde el punto de vista de esa hermosa niña que transformará sus traumas en una detallada observación de la realidad.
En El hombre que vendrá hay una acertada elección de uso del contracampo durante las escenas más crudas y dramáticas, como la matanza de los civiles. Un uso que, si bien evitó ciertos golpes bajos, termina desluciéndose con el subrayado de la música y el sonido. ¿Cómo optar, entonces, por una elección discreta pero a la vez comprometida?
Y aquí es donde volvemos a releer la cita del inicio, la decisión estética de la que habla Bazin, para dar lugar a diversas preguntas relacionadas con el delgado límite moral al que debe someterse un film de guerra. A la relación y tratamiento de los planos en un film de género; sobre la articulación entre documental y ficción; y, por último, en virtud del protagonista, si la elección de niños resulta del todo eficaz. En la mayoría de los films se vuelve un tema delicado. Rara vez, la representación de la infancia no termina respondiendo a ciertas convenciones de género, como aquí sucede con el personaje de Martina. Una niña cargada de traumas.
A pesar de ciertos convencionalismos presentes en el film, El hombre que vendrá no banaliza el horror como en La vida es bella (La vita è bella, Roberto Benigni, 1997), ni tampoco carga con una cuota de inverosimilitud ni complacencia frente al comportamiento nazi como en El niño con el piyama de rayas (The Boy in the Striped Pyjamas, Mark Herman, 2008). Con ambas, comparte el tema de la pérdida de la inocencia cuando es obligada a madurar frente a la adversidad; y de ellas se diferencia por el alcance de su mirada. A pesar de resaltar las graves consecuencias de ese pasado y de los hechos que despertaron una resistencia obligada, Diritti tiene una mirada optimista. Apuesta a Eros, a esa vida por llegar, pero de la mano con la memoria de quien buscará su utopía. No todo está perdido.
Ficha técnica:
El hombre que vendrá (L`uomo che verra), Italia, 2009
Dirección: Giorgio Diritti
Guión: Giorgio Diritti, Giovanni Galavotti, Tania Pedroni.
Productor: Giorgio Diritti, Simone Bachini. Fotografía:Roberto Cimatti.
Música: Marco Biscarini, Daniele Furlati
Fotografía: Roberto Cimatti
Reparto: Maya Sansa, Alba Rohrwacher, Eleonora Mazzoni, Claudio Casadio, Greta Zuccheri Montanari, Vito, Orfeo Orlando, Diego Pagotto, Bernardo Bolognesi, Stefano Croci
Trailer: