Resulta difícil sacar punta a una película cuando todo encaja y funciona con la precisión del mecanismo de un reloj. Si cada elemento se ha dispuesto de la mejor manera, en el lugar y el momento oportunos, cumpliendo eficazmente con su cometido, se hace muy difícil sacar una crítica negativa. Pero, cuando además, la película es un ejemplo extremado de sencillez, es incluso más complicado valorarla en el buen sentido. Algo así es lo que me ocurre ahora que trato de escribir sobre No mires atrás (extraña traducción del original, La ragazza del lago), ópera prima del italiano Andrea Molaioli. Pese a tratarse de lo que catalogaríamos como una obra menor por su bajo presupuesto y la ausencia de nombres notorios o promociones exhaustivas (quizá por eso ha tardado casi cuatro años en llegar a nuestras pantallas), logró alzarse con diez premios David de Donatello que otorga la Academia de cine italiana.
Y lo cierto es que el debutante, que ha llegado a ser tildado de "Chabrol italiano" (por el crítico Jordi Batlle), logró una auténtica y majestuosa pieza de orfebrería muy limpia tanto en su trazo estético como en el narrativo, sustituyendo los escasos recursos por la belleza poética de un emplazamiento natural. Porque los referentes de Molaioli son más que obvios; la sombra que el serial televisivo Twin Peaks (1990-1992) dejó sobre el género es alargada, y aquí se percibe desde el mismo cartel. Un paraje rural pequeño y aislado en las montañas queda conmocionado por un súbito y nefasto acontecimiento: el asesinato a sangre fría de una agraciada y ejemplar joven (atributos pretendidamente indispensables) que colaboraba con todos los lugareños en hacer sus vidas más fáciles (otra Laura Palmer, vamos). En un intento de rescatar la tradición italiana del suspense algunos medios han llegado a vincular No mires atrás con el giallo más puro, pero su carencia de surrealismo y la parsimonia de una trama detectivesca que se sigue sin pérdida, desechando alambiques y tonificaciones, terminan por encajarla en otra tradición, la del noir clásico.
Es imposible disimular la identificación de la premisa de la que parte el guión basado en la novela de Karin Fossum con la de la creación de David Lynch y Mark Frost, y su gran baza -imaginario y atmósfera extravagantes aparte- también reside en la revelación de los sórdidos detalles concernientes a la víctima (la falta de comunicación y una vida atormentada que afloran con cada pista como rasgos omnipresentes en el género). En No mires atrás, estas circunstancias se antojan un tanto inverosímiles y, aún desde el romanticismo, nunca llegan a traspasar el marco de la posibilidad como lo hacían en Twin Peaks.
Aunque, al igual que ocurriera con la llegada del metódico y desconcertante agente del FBI Dale Cooper para interrogar al pueblecito del estado de Washington, la entrada en escena del inspector Sanzio actúe como un eficiente catalizador que provoca una reacción de incontinencia informativa en la gestualidad de los personajes, se hace palpable una salvedad en su perfil, derivado de la escuela catódica moderna, del que hace gala, entre otros, el también celebérrimo doctor House: una existencia rutinaria, una indispensable sagacidad y el tan sobrevalorado cinismo. En lo que respecta al resto de los caracteres, se ha procurado la representación de una galería arquetípica de número reducido y apropiado para la corta duración de la película. Y es que, el principal atractivo del policiaco se halla en la codiciada captura del homicida furtivo, pero ya familiarizado para con el espectador al haberle acompañado durante todo el período de incertidumbre y cuya sorpresa implícita en el descubrimiento final se comporta como un arma de doble filo: nunca llueve al gusto de todos. Precisamente, la confección de unas interesantes y emotivas relaciones entre los personajes, todos sospechosos, es el artefacto que saca a flote una trama manida -a lo que además contribuye una llamativa y asimétrica banda sonora a base de música instrumental y electrónica- con un único pero. La falta de dilatación de una cábala que, como bien demuestra su fuente original, da para una serie de varias temporadas, hace pensar en la austeridad como una obsesión para Molaioli que, lejos de complicarse la vida, aceleró la intriga resintiendo el ritmo y precipitando el remate -lo que no tiene porqué significar un infructuoso desenlace, ojo.
Esas interacciones explícitas o diluidas alrededor del asesinato, desde la vida privada del inspector con su mujer enferma de alzheimer hasta el núcleo familiar de la muerta -presidido por un padre que la idolatraba hasta el deseo sexual-, constituyen un entramado de enfermiza intensidad (sin llegar al "frikerío" ni al culebrón de Twin Peaks) con bruscos altibajos de amor-odio, clamando una rotunda y sobrada causa para un horroroso crimen que nadie se explica, independientemente de las buenas intenciones y la relajación que pueda conferir el entorno a su día a día.
Ficha técnica:
No mires atrás (La ragazza del lago), Italia, 2007
Dirección: Andrea Molaioli
Producción: Alessandra Mura
Guión: Sandro Petraglia, Ludovica Rampoldi (Novela: Karin Fossum)
Fotografía: Ramiro Civita
Música: Teho Teardo
Interpretación: Toni Servillo, Denis Fasolo, Nello Mascia, Fausto Maria Sciarappa, Marco Baliani, Giulia Michelini, Franco Ravera, Sara D'Amario, Heidi Caldart, Fabrizio Gifuni
Trailer: