La mayor parte de las personas va pasar de largo en la carrera de la vida, sin llegar a ocupar una página en Wikipedia. Por eso no deja de ser sorprendente que un caballo de carreras llegue a ser tan famoso y tan querido como para merecer una estatua y miles de citas en la red. Hablamos de Secretariat, el impresionante caballo pura sangre, hijo del gran Bold Ruller y de la yegua Somethingroyal. Nació en los establos Meadow Farm, en Virginia, que eran propiedad de Penny Tweddy. Completó siete victorias en nueve carreras en 1972, en su primer año como ejemplar de dos años, lo que le significó ser nominado "Caballo del Año". En 1973, en su temporada clásica, ganó los máximos premios, entre ellos las tres carreras de la mítica Triple Corona (el Derby de Kentucky, el Preakness Stakes y el Belmont Stakes, la más larga distancia que existe en las carreras americanas). En Belmont ganó con una ventaja de treinta y un cuerpos, batiendo el récord de la prueba y el récord del mundo en estas distancias largas.
Después del Belmont, Secretariat estuvo en nueve carreras, ganando seis de ellas. A finales de 1973, se le retiró para convertirlo en padrillo y lo fue de cincuenta y siete caballos ganadores. El corazón de Secretariat era el doble en tamaño comparado con un caballo normal de su tipo. Ello contribuyó ciertamente a que fuera un ejemplar especial y único que ganó dieciséis de las veintiuna carreras que corrió.
Ciertamente hay materia prima para una película en la singular historia de Secretariat, especialmente si se tiene en cuenta que para que el caballo corriera, fue necesario que su dueña, Penny Tweddy, venciera múltiples obstáculos en un ambiente bastante machista, como era el de las carreras de caballo en la época. Ella era una sencilla mujer de hogar, que se atrevió, contra los consejos de su esposo y de su familia, contra las imposibilidades económicas, a convertir a Secretariat en una estrella.
En el caballo se conjugan tres elementos superiores, muy humanos: la inteligencia. Secretariat corría con inteligencia; esperaba con calma y sabiduría, atacando desde atrás, corriendo por fuera, seguro de sus tácticas. La velocidad altiva, elegante, bien dirigida, la que hace que no haya choques, la que se aprecia con fluidez y con bella suavidad. La tenacidad, el aguante, la estamina; esa capacidad para ir más allá, para cumplir metas de largo alcance, sin desfallecer, casi con lealtad.
Desde tiempos inmemoriales los caballos han sido considerados casi humanos. No debe sorprender que la crítica deportiva le haya asignado a Secretariat el puesto 35 en la lista de los mejores atletas estadounidenses del siglo XX, siendo el primero de los tres "no humanos" de la lista (los otros dos son los también caballos de carreras: Man o' War en la posición 84 y Citation en la posición 97). Los espectadores se identifican con escenas en donde vibran la inteligencia, la velocidad elegante y la potencia que va más allá, que vuela. Es lo que se aprecia en la visión de Jesse Owens ganando los cien metros en los olímpicos de Berlín o en los raudos cuatrocientos metros de la bella Florence Griffith-Joyner. Esta es una de las fortalezas de Secretariat, la película protagonizada por Diane Lane y John Malkovich y dirigida por Randall Wallace.
Ya el inglés Eadweard Muybridge inventó un mecanismo que colocó en un hipódromo y que consistía en una serie de cámaras fotográficas, instaladas a lo largo de la pista, sostenidas por hilos que activan cada cámara al paso del caballo. Este experimento sirvió como antecedente al cine, pues Muybridge proyectaba las fotografías una detrás de la otra, de manera seriada y continuada, de manera tal que en la pantalla se veía una imagen animada que podía detenerse para observar los detalles del movimiento. En Secretariat, la película, al mejor estilo de los estudios Disney, se desarrollan nuevos esquemas técnicos para filmar con gran realismo y cercanía los movimientos de los caballos en plena carrera.
En muchas películas norteamericanas las carreras son elementos vitales: locas carreras de autos policías; persecuciones en bicicleta, en moto o a pie por las calles empinadas de San Francisco o por las atestadas calles de Nueva York; barcos o trenes a máxima velocidad. El espectador siente que su atención queda atrapada por la veloz locura, por la vorágine que destruye lo que se atraviese. Pero cosa distinta son las carreras de los caballos purasangre, filmadas con maestría, en las cuales el espectador siente el aliento del jinete y del caballo y la arena que vuela bajo el impetuoso galope de estos titanes, llenos de estamina y de energía. Muchos saben que Secretariat, el invencible caballo, es el seguro ganador, pero ¿por treinta y un cuerpos, corriendo las últimas distancias a velocidades cada vez mayores? ¿Qué energía misteriosa lo mueve, qué busca? Acá el espectador queda atrapado por la admiración, por la potencia, por la emoción de lo inalcanzable. Se siente jinete y caballo a la vez. Se siente ganador.
El director y los fotógrafos logran mantener el suspenso en las carreras que se han filmado, a pesar de que los espectadores saben lo que ha de pasar. Ello lo logran con impresionantes trabajos de montaje, en los cuales se alternan escenas en cinco planos: la pista y los cascos de los caballos; el jinete y la cabeza del caballo; el conjunto de los caballos y la panorámica de la carrera; los planos cercanos y enteros de los protagonistas Lane y Malkovich, con sus emociones extremadamente bien trabajadas y los planos del público. Todo ello ambientado con las clásicas narraciones de las carreras. En una escena de gran factura, la cámara pierde la vista de la carrera y se enfoca en la curva de la pista, sin que aparezcan los caballos, creando un clímax impresionante y bello cuando irrumpen finalmente.
Pero la película tiene el mérito de trascender lo meramente deportivo, lo espectacular, y se adentra en la historia personal de una mujer que rompió esquemas, manteniendo con gran habilidad un equilibrio entre sus vidas paralelas de madre, esposa y empresaria. A Diana Lane le sienta bien este rol de mujer obstinada y tierna. Es interesante el planteamiento que se ofrece del papel que pueden jugar la clásica intuición y la sensibilidad femeninas, como origen de una gran historia de éxito en un mundo machista, frío y competitivo.
Ahora, detrás de cada gran mujer hay un gran hombre, o varios de ellos y también alguna otra gran mujer. Es decir, un grupo humano. Sin jinete, sin entrenador, sin cuidador, sin secretaria, no hay ninguna posibilidad de una historia real como la de Secretariat, por fuerte que sea el corazón del más noble y famoso de los caballos.
Ficha técnica
Secretariat, EUA, 2010
Dirección: Randall Wallace
Producción (productores): Mark Ciardi, Pete DeStefano y Gordon Gray
Guión: Mike Rich y William Nack
Montaje:John Wright
Música: Nick Glennie-Smith
Interpretación: Diane Lane, John Malkovich, Dylan Walsh, Scott Glenn, Kevin Connolly, James Cromwell.
Trailer: