Desde la consagrada mirada indiscreta de James Stewart en 1954, la ventana, como objeto, logra simbolizar la capacidad intrusiva e intimidante de la observación. Un medio que nos permite conocer otra realidad, descubrir personas y mundos antagónicos.
El cine, para André Bazin, era, también, una ventana hacia la realidad. Una apertura hacia lo vital, hacia lo tangible. El escenario de interacción entre el espacio y sus objetos.
El hombre de al lado enfrenta a dos seres antagónicos que interactúan en un espacio, que surge a partir de la construcción de una ventana. Ese será el punto de partida de la historia. Un argumento aparentemente simple, que provocará un juego de miradas sobre las relaciones sociales y la realidad actual.
Una maza sobre la pared quiebra el silencio de los títulos iniciales y divide la pantalla. De un lado, la causa y del otro, la consecuencia. El incipiente boquete dará comienzo al film. A partir de entonces, sus protagonistas, Víctor (Daniel Aráoz) y Leonardo (Rafael Spregelburd) son vecinos. No se conocen. Uno vive a la vuelta de la casa del otro. Víctor, bajo el deseo expreso de "atrapar unos rayitos de sol, que a Leonardo le sobran", decide, sin permiso, hacer una abertura considerable en la pared medianera. Leonardo, sin ningún otro deseo, más que el de mantener su statu quo, será, en principio, el damnificado de la situación.
Víctor es tan impune y natural como cada uno de sus actos. El personaje es como se muestra: un hombre rústico, directo, invasivo, que logra "asomarse" a la vida del otro. Nada más gráfico y simbólico que la elección del plano fijo, donde Víctor asoma su cabeza, desde una abertura cuasi vaginal. Del otro lado, en esa otra vida opuesta a la suya, está Leonardo, que no lo esperaba con los brazos abiertos, precisamente. Diseñador exitoso, snob y engreído que, a partir de la mirada inescrupulosa de su vecino, va perdiendo su cualidad más preciada: el equilibrio. El proceso de cambio comienza alterando la armonía arquitectónica de su casa, que no es sino la famosa casa Curutchet, construida en la ciudad de La Plata por el arquitecto suizo-francés Le Corbusier. La casa no sólo será el escenario de la acción sino también una protagonista dentro de la contienda.
Leonardo está acostumbrado a ser observado. Habita un hogar silencioso y de múltiples ventanas. Su fama como diseñador lo expone a la vida pública de la cual no reniega, más bien, coquetea. Vive con su mujer y su hija en una casa modelo, que es visitada y fotografiada por cuantos transeúntes curiosos pasan delante. La coherencia estilística de su entorno muestra todo milimétricamente acomodado y combinado, cada plano y encuadre registran a Leonardo mimetizado con las formas plásticas y frías del decorado. La cámara lo acompaña, es testigo de la transformación paulatina que sufre, cada vez que su vecino, al que no quiere acostumbrarse, intenta invadir su aparente mundo real. ¿Real o ficcional?
La casa, sus espacios y los objetos parecen tomados y mirados como si fuesen parte de una maqueta, en grandes dimensiones, tal vez, las mismas que diseñaría el personaje. Un ser que parece una extensión de esa casa, un diseño mismo. Alguien tan preso de la imagen como de lo que construye. Basta con las escenas donde se lo escucha hablar y mostrar su premiada silla. O ver el cuadro de la imagen del Che al mejor estilo Andy Warhol en el cuarto de su hija. (Un insulto, ¡por cierto!)
En cambio, el personaje de Víctor es un ser libre. Comunicativo, sociable y que no le teme al otro. Logra reconocer a Leonardo como alguien superior a él en cuanto a los logros sociales y económicos alcanzados. Pero Leonardo no se permite conectarse con un ser socialmente opuesto, impensado desde la diferencia de clase y, si quiere, hasta temido. Sin embargo, a partir de la ventana, comenzarán a intercambiarse el rol de observador-observado. Una conexión que irá in crescendo.
¿Qué vemos cuando nos miran? ¿Qué nos provoca la mirada del otro? El discurso narrativo de Gastón Duprat y Mariano Cohn hace énfasis en la relación entre las miradas, en lo que permitimos mostrar y ocultar de nosotros mismos como sujetos y actores sociales. En medio de una sociedad que se divide entre observadores y observados; esta ida y vuelta constante, cíclico, conducirá a Leonardo, sobre quien recae principalmente el peso del relato, a volverse sobre sí mismo y mirarse. Descubrir lo que verdaderamente es y supo construir.
En su segundo film de ficción, los directores logran una acertada elección actoral con la dupla Araoz-Spregelbud. El contrapeso de ambos, los tips de cada personificación y el guión de Duprat logran un justo equilibro entre el humor y la tensión de ciertas situaciones.
Entre los personajes secundarios, la esposa de Leonardo resulta a imagen y semejanza de esa casa y, por ende, de Leonardo. Dicta clases de yoga; es obsesiva, irritante, fría y verticalista. Lola, la hija de ambos, también mimetizada con la rigidez visual, no registra a sus padres. Solo escucha su reproductor de música dentro de su cuarto. Por lo tanto, el factor de incomunicación entre ellos se potencia ante la intrusión de Víctor en sus vidas. Alguien altamente comunicativo, capaz de lograr la atención y la risa de Lola, al dedicarle una obra de títeres con sus dedos. Si bien esto se repite innecesariamente, y es una imagen trillada, subraya aquello que falta.
El Hombre de al lado comparte algunos temas que los autores trabajaron previamente en su film anterior, El artista (2008). La mezquindad, los estereotipos del autor, del artista pseudo consagrado, la dificultad en la comunicación y el asumir las diferencias.
Con capacidad narrativa y creatividad, la codirección de Gastón Duprat y Mariano Cohn logra reflejar a una sociedad que, dividida por muros sociales y culturales, teme mirar al otro y diferenciar a los verdaderos damnificados.
Festival de Sundance 2010. Premio mejor fotografía. Categoría World Cinema
Festival de Mar de Plata 2009. Premio mejor película argentina.
Ficha técnica:
El hombre de al lado , Argentina, 2009
Dirección: Mariano Cohn y Gastón Duprat
Producción: Fernando Sokolowicz
Guión: Andrés Duprat
Fotografía: Mariano Cohn y Gastón Duprat
Montaje: Jerónimo Carranza
Música: Sergio Pangaro
Interpretación: Rafael Spregelburd, Daniel Aráoz, Eugenia Alonso, Inés Budassi, Loren Acuña, Rubén Guzmán; Debora Zanolli, Eugenio Scopel, Barbara Hang y Enrique Gagliesi.