La clase magistral que brindó Peter Greenaway en Buenos Aires complementa el Documental del Mes ofrecido por escasas salas en la ciudad, que se vieron colmadas de espectadores, muchos de los cuales quedaron sin lograr ver la obra que trajo el cineasta británico.
En Rembrandt's J'accuse, Greenaway realiza una deconstrucción del famoso cuadro La ronda nocturna, del artista holandés. Si en tono de ficción realizó Nightwatching (2007), completa el tema con este seudo-documental, en el que realiza un minucioso recorrido por la obra para ofrecer una demostración de la tesis que desarrolló en su conferencia, donde afirmaba que el cine que conocemos es aburridísimo porque sigue manteniendo los parámetros clásicos, por lo cual, propone apoyarse en la revolución digital, para hacer interactuar al espectador.
"Tenemos una cultura basada en textos. Nuestro sistema educacional nos enseña a valorar el texto sobre la imagen, por eso tenemos un cine tan empobrecido. Solo porque tengas ojos no significa que veas. Desde la niñez, cuando somos persuadidos de aprender el alfabeto, pasando por la adolescencia, cuando nos enseñan a incrementar el vocabulario y a refinar nuestras habilidades lingüísticas, hasta la edad adulta, cuando ni por mientes acabamos de pulir nuestra capacidad para comunicarnos a través de las palabras... Proporcionalmente, en nuestra cultura, muy poca gente gasta tiempo, paciencia e inteligencia en leer pinturas como lo hace con los textos. Interpretamos la imagen como si fueran textos, por lo tanto nuestra lectura es empobrecida. ¿Vemos realmente lo que vemos, o lo que queremos ver?"
Esa interacción no viene dada como lo pretendía Brecht con el teatro, distanciando al espectador para que tomara conciencia sobre una realidad que lo maltrataba; en Greenaway es más bien, una búsqueda de disfrute sensual, provocado por un despliegue de efectos multimediales (música, imágenes, textos escritos, dibujos, esquemas, etcétera).
Su propuesta con Rembrandt's J'accuse tiene dos vertientes, una didáctica y la otra narrativa. Su análisis de La ronda nocturna le permite ofrecer una serie de conocimientos sobre el lugar que ocupa el arte en la historia: cómo los pintores han sido los primeros que nos han formado visualmente, contándonos historias que no siempre hemos sabido leer; cómo Rembrandt junto a otros maestros, como Velázquez, Caravaggio y Rubens, indagaron en el claroscuro y nos ofrecieron una iluminación que precede e influye directamente en el cine; cómo se interpretan los sonidos en la pintura; qué simbología ofrece el autor, a través de su obra, y las connotaciones que el espectador recibe sin procesarlas debidamente.
En lo narrativo, podemos decir que Greenaway interpreta la obra como una representación teatral, donde se desarrolla un drama. Para ello, no se limita a contarnos simplemente la historia, sino que se detiene en las costumbres y en la historia de Holanda para que entendamos cómo se compone una milicia de mosqueteros; cuáles eran los intereses económicos y políticos de los holandeses con respecto a la realeza europea; qué costumbres y vicios solían tener los personajes de la milicia, del vulgo, del comercio y de la aristocracia; cómo se iban pervirtiendo los valores con el transcurso de las generaciones... Un panorama que nos permite como espectadores asistir a la narración de una historia cinematográfica, a través de un cuadro, que tiene a sus personajes fijos en una sola imagen.
El director/narrador es omnipresente, oímos su voz durante todo el transcurso del film. Es nuestro guía. Se atreve a aparecer en un recuadro del film, de frente, como si fuera una foto carnet, dirigiéndose a nosotros mientras nos relata su interpretación de la obra. Y como es un hombre de un humor ácido (ya lo ha demostrado en sus películas anteriores), no deja de intervenir con sus comentarios sarcásticos o vestir un penacho rojo hacia el final del film, como para sacudirnos, a esa altura, de la posible monotonía de su voz.
Si bien la primera parte del film nos muestra el Rijksmuseum de Amsterdan, con los distintos visitantes que miran la obra, los pasillos llenos de gente, los otros cuadros del museo, sentimos que entramos en la historia ficcional cuando Greenaway interviene la imagen de la obra pictórica, ya sea colocándole guías que nos permiten ubicarnos; representando teatralmente las situaciones que considera que debemos ver; interpelando a los personajes, dejándolos que piensen en voz alta, que cuenten su historia oculta, a través de actores vestidos e iluminados con la estética del cuadro...
Nuestra atención se ve bombardeada por información de todo tipo: no sólo de lo que nos explica el narrador, sino de lo que vemos en la pantalla (ya digo: fragmentos de la obra, actores, recuadros abiertos en el centro de la pintura, palabras caligrafiadas... todo al mismo tiempo), lo cual nos permite entender aquello de que "Un documental cuenta más mentiras que un film de ficción".
El despliegue de recursos multimediales a los que acude Greenaway para analizar Rembrandt's J'acccuse no la convierte en una película piloto, ni puede decirse que sea experimental. Yo diría más bien, que se trata de una obra que sigue el espíritu vanguardista del cine de este autor, que mantiene una coherencia desde sus primeros films hasta la labor que ha emprendido más allá del cine, por ejemplo, como VJ (video-jockey), realizando instalaciones (no encuentro otra palabra para denominarlas) en espacios arquitectónicos abiertos, donde imágenes elegidas por él se combinan con acordes interpretados por uno de sus músicos predilectos (como Phillip Glass, por ejemplo), sin que sepamos si las imágenes siguen a la música o la música es improvisada de acuerdo a las imágenes mostradas. Algo así como volver a sentir que estar en una representación de tal magnitud es única e irrepetible, semejante a cuando ibas al cine y sólo podías retener lo que recordaras de la experiencia. Un buen ejemplo de esta actividad lo ofreció en el Festival de Video de Sao Paulo, en 2007:
En este sentido, Rembrandt's J'accuse es una muestra más del talentoso director, narrador y artista plástico que es Greenaway. No hay más que ver la puesta en escena de los actores que interpretan a los protagonistas del cuadro, que recuerdan sus Tales from Venaria, otra instalación que consistía en poblar un palacio italiano con sus pobladores, respetando una determinada época histórica.
Asimismo, en el capítulo dedicado a la iluminación del cuadro, donde como ya lo ha hecho con otras pinturas (como La última cena, de Leonardo), manipula sombras y luces para transmitirle al espectador que está ante distintas situaciones: un momento de descanso, un llamado de atención, una conversación, una confabulación...
En fin, Greenaway parte de lo general a lo particular, para mostrarnos cómo puede ser leída una de las obras más prestigiosas del arte universal, donde no se detiene en la técnica pictórica, sino en el contexto en que fue pintado el cuadro y su interpretación como una obra diferente, en la que puede descubrirse el espíritu satírico con que fue pintada, así como la innovadora propuesta de ser la plasmación de una escena teatral, donde ya los personajes no miran al espectador, sino que cruzan sus miradas para delatar los términos de una conspiración, en la que el autor del cuadro no pasa inadvertido, sino que como un cameo al estilo de Hitchcock, aparece mirándonos, detrás de la escena, como observador in situ.
Ya no importa si la lectura que hace Greenaway del cuadro es real o no. Pero quedamos con la sensación de que ya no volveremos a ver una pintura sin intentar descubrir detrás de sus personajes una historia escondida.
Ahora queda esperar su próxima obra, aquella que nos llegue a todos, aunque mal le pese, a través del cine, pues las instalaciones que realiza sólo serán para los privilegiados que puedan asistir. Tiene en mente realizar un film sobre uno de sus directores favoritos, Sergei Eisenstein, en un momento particular de su vida, cuando visitó México y, prendado de un maestro de religiones comparadas, perdió su virginidad a los 33 años.
Ficha técnica:
Rembrandt's J'accuse, Peter Greenaway, Países Bajos, 2008.
Dirección: Peter Greenaway
Producción: Femke Wolting, Bruno Felix
Fotografía: Reinier van Brummelen
Producción: Maarten Piersma
Música: Giovanni Sollima
Montaje: Elmer Leuden
Peter Greenaway's Rembrandt's J'Accuse - Trailer from SubmarineChannel on Vimeo.