"Uno, dos, Freddy viene a por ti; tres, cuatro, cierra bien la puerta; cinco, seis, coge un crucifijo; siete, ocho, no duermas aún; nueve, diez, nunca dormirás...". ¡Dios! Hubo un tiempo que esta canción obsesionó a adolescentes de todo el mundo... Pesadilla en Elm Street fue, para muchos de nosotros, el descubrimiento de un tipo de cine: el slasher.
Parece mentira que uno de los iconos del slasher, Freddy Kruegger, estuviese a punto de no ver la luz. Muchos de sus potenciales productores no consideraban que un psycokiller que únicamente puede actuar en sueños llegase a hacer sentir suficiente miedo. Visionarios, ¿eh? Porque, al menos yo, siempre he pensado que es el más terrorífico de todos: ¿cómo vas a luchar contra alguien que, sí o sí, sabe que caerás en sus garras porque acabarás quedándote dormido?
Visceral, diferente, terrorífico y, no obstante, muchas veces divertido. Y es que Krueger llegó a ser más que un monstruo, más que un asesino despiadado. Llegó a convertirse en un verdadero ídolo. Sí, ídolo. Porque, secuela tras secuela, la personalidad de este psycokiller se fue transformando hasta llegar a ser no únicamente el protagonista indiscutible, sino la única razón para continuar siendo fieles a sus fechorías - y eso que algún fiasco que otro, hubo. El primer film lo seguimos por el morbo. El segundo, por la curiosidad y, a partir de entonces, esperábamos impacientes las secuelas para ver qué iba a hacer Krueger esta vez (la quinta parte, con lo de querer reencarnarse en un bebé, fue de lo mejor de la saga).
La inspiración para crear al personaje le vino a Wes Craven cuando pudo unir dos recuerdos de su infancia. El primero, el terror que le provocó un hombre cuando una noche, mirando Wes por su ventana, un extraño (ataviado con un sombrero que le ocultaba el rostro) no le apartaba su mirada. El segundo, la aparición de una noticia en los periódicos que explicaba la incompresible muerte de un chico mientras dormía, que llevaba semanas alertando a sus padres de que las pesadillas que sufría eran demasiado reales. Incluso escondía cafeteras para ir tomando café de madrugada sin que nadie se enterase, idea que finalmente utilizó el realizador en el guión. La aterradora imagen de Kruegger es, pues, fruto de esta relación de vivencias que podríamos haber tenido cualquiera de nosotros, y posiblemente sea esta sencillez de relación de conceptos la que provocó una reacción positiva tan multitudinaria. Quizá sea que, en el fondo, tomos tememos que algún día nuestros sueños se conviertan en realidad... o quizá sea simplemente que nos guste pasar miedo. En cualquier caso... ¿por qué nos enganchó tanto Pesadilla en Elm Street? Aparte de que siempre será recordada por ser la película que lanzó al estrellato a Johnny Depp (o al menos la primera en la que participó), la película y sus secuelas pueden ser valoradas por muchos aspectos.
Uno de ellos es, por supuesto, la originalidad que llevó a la gran pantalla. Ya habíamos conocido a otros psicópatas, desde Norman hasta Jason, pero su realismo (es decir, su existencia física) hizo que se tratase de peligros "comunes". Eran personajes que lamentablemente podemos encontrar en la vida real (recordemos al asesino del Zodíaco, llevado varias veces a la gran pantalla - la última por David Fincher en 2007) y que, aunque es evidente que nadie quiere convertirse en una de sus víctimas, somos tan curiosos que nos gusta sentir ese miedo durante dos horas. Al fin y al cabo, a Norman le encarcelan en la primera entrega. Deja de ser un peligro, entonces. Nos relajamos y comentamos lo buena que ha sido la película, y ya está. ¡Ah! Pero con Freddy la sensación fue totalmente diferente. ¿Quién pudo dormir tranquilamente después de verla? ¿Alguien?
El segundo, el potente vínculo que se crea entre la heroína y el asesino. Nancy es una adolescente seria, responsable... muy fuerte. Tanto que consigue enfrentarse a Krueger con un coraje que nos deja asombrados. Freddy la persigue, debe cumplir con su misión (eliminar a los hijos de los que le asesinaron)... pero es una persecución obsesiva. Las peleas entre los dos personajes, la búsqueda continua de uno y otro para medir sus fuerzas, la tensión que se genera tanto en sus peleas como en los preparativos de Nancy para atraparle en el mundo real... llega un momento en que parece que uno no es nadie sin el otro. Su relación se convierte en una mezcla de amor odio sin precedentes, a caballo entre la de "la bella y la bestia" y otra muy parecida que pudimos saborear años después, la de El silencio de los corderos (Jonathan Demme, 1991) entre Clarice y Lecter. Como espectadores, siempre nos gusta reconocernos con algún personaje, normalmente con el del héroe... así, llegamos a crear nosotros también un vínculo afectivo con el asesino del guante, que no nos abandona hasta que, lamentablemente, tanta secuela produce un efecto devastador (dejando a un lado estupideces tipo Freddy vs. Jason - Ronny Yu, 2003. Lamentable, sí).
El tercer aspecto es la banda sonora, de la mano de Charles Bernstein. Aunque es inevitable de los años 80 el escuchar el típico sintetizador/organillo como base de toda partitura, la verdad es que consigue ser recordada, cosa que la hace más que loable. Y qué decir de la cancioncilla de las niñas que juegan a saltar a la comba... ¡terrorífica!
El cuarto y último a destacar, los efectos especiales. No son nada del otro mundo, pero hay que reconocer que para ser 1984, conseguir la habitación giratoria en la que muere la amiga de Nancy, Tina (da la sensación que se retuerce de dolor subiendo por las paredes y el techo), o la explosión de sangre con la muerte de Glen (Johnny Depp, el novio de Nancy), no era del todo sencillo. Mucha imaginación para tan poco presupuesto.
Con todo esto, Craven encontró la gallina de los huevos de oro, ¡y qué gallina! Con una inversión de 1,8 millones de dólares, acabó recaudando casi 20. La segunda, 22. 40 y 50 las siguientes. Vamos, como para no querer seguir intentándolo en una quinta, sexta, séptima... (en breve nos llegará el remake... ¿por qué esa obsesión por hacer caer mitos?).
Pesadilla en Elm Street es, ante todo, una de las género slasher más impescindibles. Eso sí, para ser fiel a la saga y no perder nunca el norte, hay que tener en cuenta una cosa: la segunda parte, como si no existiese. Uno, tres, cuatro y cinco. Y punto.
Ficha técnica:
Pesadilla en Elm street (A nightmare on Elm street), EUA, 1984
Dirección: Wes Craven
Producción: Robert Shaye
Guión: Wes Craven
Fotografía: Jacques Haitkin
Música: Charles Bernstein
Montaje: Rick Shaine, Pat McMahon
Interpretación: Robert Englund, Heather Langenkamp, John Saxon, Johnny Depp