Si tuviera que resumir el cine de Álex de la Iglesia en una palabra, ésta sería "regularidad". Ninguna de sus películas es una obra maestra. Pero, tampoco ha firmado ninguna despreciable. Siempre correcto en lo formal, con un reconocible gusto perenne por el humor negro, lo realmente innovador y eficaz en la obra de uno de los jóvenes baluartes del nuevo cine español de los 90 son sus demenciales guiones. En este apartado, ya golpeaba fuerte desde sus inicios, primero con el corto Mirindas asesinas (1991) y, dos años más tarde, con su ópera prima Acción mutante.
Su tercera película, El día de la bestia (1995), es, por el momento, su mejor trabajo. Ganadora de seis premios Goya, la cinta asume como contenido central el satanismo, inmiscuido en la línea argumental a través del aparente nacimiento del Anticristo. Este tema se venía aplicando en el cine desde la configuración del género de terror, pero De la Iglesia, en su aludida ironía macabra, lo desdobla, con cordura, hacia la locura de la comedia gamberra con tintes costumbristas. No en vano, se sugirió que la película inauguraba el precario subgénero de la "comedia satánica". Por supuesto, para que el antagónico Anticristo no disfrute de ventajas, debe tener un enemigo a la altura: la todopoderosa -adviértase la puya- Iglesia católica. La religión es ridiculizada al encarnarse en un voluntarioso y entregado ignorante, el cura Berriatúa que, para tan tremenda inocencia, curiosamente ocupa una cátedra en la Universidad de Deusto (eso sí, de Teología, ¿qué esperaban?).
Bajo un podrido y crédulo universo esotérico madrileño se asienta una sarcástica simbología tópica (el tablero de la ouija, la sangre de una virgen, el ritual de invocación o las profecías sobre el fin del mundo) que se nutre, a su vez, de un chorro inagotable de casualidades. Desde la señal innegable que supone para el sacerdote que su prelado sea espachurrado en la primera escena por una cruz de gigantescas dimensiones, se va sucediendo una serie de carambolas narrativas -encontrando muestras de sobra para realizar un estudio independiente-; el lugar donde ha concluido la última peripecia, es el marco ideal para que transcurra el siguiente capítulo, culminando en el revelador descubrimiento de la, entonces recién construida, Puerta de Europa como la cuna del Anticristo. Éste nacerá, según un irrisorio criptograma de ecuaciones (¡hay tanta dependencia entre religión y ciencia!) el día 25 de diciembre, en lo que significa otra coincidencia, ahora del "mal" con el "bien".
Bromas aparte, el verdadero propósito del director bilbaíno es disparar sin clemencia contra una sociedad corrupta y decadente, ya insalvable. Puede que los integrantes de las principales organizaciones católicas sufrieran desmayos ante el visionado de una mal entendida blasfemia. El día de la bestia embiste la fe, pero desde una raíz social muy profunda. La telebasura y la manipulación por parte de los medios de comunicación, la violencia delincuente, el comportamiento consumista de las masas o las drogas son aquí objeto de un canallesco examen. Lo que podría ser tachado como una apología del mal gusto viene a ser, sin embargo, una denuncia explícita de éste. La metáfora de la destrucción de la Navidad, con el fusilamiento de los Reyes Magos en la abarrotada calle Preciados, significa para De la Iglesia, una alternativa concepción de las costumbres: "El día de la bestia se ha convertido en una película de Navidad. Igual que unos ven ¡Qué bello es vivir!, otros verán El día de la bestia".
La intención metafórica prosigue en su cuestionamiento de una disfuncionalidad evidente en el mundo en el que vivimos. El heavy José María - causa del descubrimiento del valor cómico que es hoy Santiago Segura- sirve como paradigma de una cándida masa borreguil y confiada, mientras que el profesor de las ciencias ocultas Cavan, es la imagen del abuso, del engaño que sufre la multitud, provechoso sólo para unos pocos, los carentes de escrúpulos. Ante tan desolador panorama, es normal creer que el fin debe de andar cerca. Lo que muchos han vaticinado a lo largo de los siglos, parece estar a la vuelta de la esquina, aquí personificado en un patético grupo de cincuentones pijos que portan todo ese odio que sólo el hombre destina a sus semejantes, hartando su vandalismo con la matanza del simulado pesebre de Belén. El mal normalizado y aceptado, la auténtica alma del tan cacareado Anticristo.
Como anécdota final, la estampa en los títulos de crédito del monumento del Ángel Caído, sito en el Parque del Buen Retiro de Madrid, del que muchos han dicho que es el único del mundo que homenajea a Lucifer, y que su emplazamiento en la capital española es debido a que la altitud media de la ciudad es de unos 666 metros sobre el nivel del mar. Esto ha atraído a numerosos curiosos y aficionados al esoterismo. Aviso a los navegantes. Tanto delirio no puede ser bueno para la salud; tomen como ejemplo la suerte del cura y del profesor Cavan, si no quieren terminar empujando por las calles un carrito de supermercado atestado de porquería seleccionada mediante una apelación a la sabiduría de Diógenes, al tiempo que insultan a los viandantes que se les cruzan.
Ficha técnica:
El día de la bestia, España, 1995
Dirección: Álex de la Iglesia
Producción: Andrés Vicente Gómez, Fernando de Garcillán (asociado), Leo Pescarolo (asociado), Luciano Martino (asociado)
Guión: Álex de la Iglesia y Jorge Guericaechevarría
Fotografía: Flavio Martínez Labiano
Música: Battista Lena
Montaje: Teresa Font
Interpretación: Álex Angulo, Armando de Razza, Santiago Segura, Terele Pávez, Nathalie Seseña, Maria Grazia Cucinotta