La Argentina inestable de Fernando de la Rúa, que finalizó sus días en diciembre de 2001 con un país caótico que lo obligó a abandonar el país por la puerta trasera de la Casa de Gobierno, es el marco en el que Fabián Bielinsky desarrolla su ópera prima. La historia de dos tramposos, Marcos (Ricardo Darín) y Juan (Gastón Pauls), que se conocen a través de un truco habilidoso, incluye al espectador a vivir durante su transcurso un proceso lúdico en el que deberá ir buscando pistas que le permitan adivinar la conformación de los personajes que se debaten en un duelo actoral ingenioso. Son dos "caraduras" con muchas de las "mañas" de la idiosincrasia porteña, que juegan con la confianza, la paciencia y la honestidad de la gente. En un despliegue de argentinismos y lunfardo, Marcos se define por la negación. "Chorro" no es...
"Yo no soy chorro... (Hay motochorros), el que marca puntos para una salidera... Están ahí, pero no los ves. De eso se trata... están, pero no están. Así que cuidá el maletín, la valija, la puerta, la ventana, el auto. Cuidá los ahorros, cuidá el culo... Porque están ahí, van a estar siempre ahí. Chorros... No, no, eso es para la gilada. Son descuidistas, culateros, abanicadores, gallos ciegos, biromistas, mecheras, garfios, pungas, boqueteros, escruchantes, arrebatadores, mostaceros, lanzas, bagalleros, pesqueros, filos..."1
Todos ellos desfilan de una u otra manera en el film, comparándose y diferenciándose de los personajes principales y ofreciendo un contrapunto que nos permite concluir que sin ellos, éstos que no son nada de eso, no podrían ser lo que son. Extensa enciclopedia sobre el hampa argentina en tiempos de crisis es esta ópera prima de Bielinsky. La "viveza criolla", arquetípica de los argentinos, es una vergonzosa carta de presentación. Sin embargo, nadie hasta ahora se había sumergido en la tinta en que se cuecen las tramposas acciones de una manera que, más que moralista, se regodea en una competencia sin fin para ver cuál de los personajes es más "vivo".
Las escenas, muchas de ellas resueltas en plano secuencia, otras con cámara en mano o en travelling, pero nunca fija sobre un trípode, persiguen a Marcos y Juan en plano conjunto y nos integran como espectadores, no sólo a la geografía y arquitectura de la ciudad, sino que nos instalan en los sitios más característicos y nos permiten alternar con los personajes típicos (el portero del edificio, el paseaperros, la tía solterona, el barman, el botones del hotel, la relacionista pública, el vendedor ambulante, la señora pudiente que se da sus gustos, el falsificador, el policía, el atracador a mano armada, los motochorros...), todos personajes que ya son parte de una ciudad que, como hemos dicho en el apartado dedicado en el Investigamos, se extiende hacia el Este, sobre el relleno ganado al río y que va perfilándose como un espacio de innumerables oportunidades para estos "hábiles" porteños.
Así, el desarrollo de los personajes y de sus acciones está construida como una caja china, en la que el núcleo es la relación entre Marcos, que parece más arriesgado y experto, y Juan, que con su cara infantil seduce a sus víctimas, abriendo aquellas puertas que se cierran a la prepotencia de su socio. Historia de estafadores seductores, que disfrutan del riesgo de caminar por la cornisa, dejándonos una arista por la cual deberemos adivinar el desenlace, ya que estamos ante un despliegue de trampas, a cual más ingeniosa, donde a partir de esta pareja de ladrones se irán desplegando las relaciones con los demás personajes, de manera satelital, girando en una especie de fuerza centrífuga (como el magnífico plano secuencia, en el que la cámara gira, cada vez con mayor rapidez, en planos de 180 y 360 grados, para incluir en su recorrido primero a dos personajes, luego a tres, después a seis, para quedarse finalmente con otros dos), donde se irán incorporando más individuos y más situaciones de riesgo. Así, el film se constituye en un pequeño mecanismo de inteligencia que va desarmando las estructuras mentales del espectador, para brindarle una sorpresiva situación en cada secuencia.
Nueve Reinas no es una road movie, sino una walking movie. Recorremos con sus personajes el barrio, las caminatas por sus interminables aceras, el ingreso a los bares diseminados en la ciudad, el puerto y la orilla del río, el hotel lujoso y su panóptica mirada a la zona más cara de Buenos Aires; el Kavanagh, una mole de cemento armado que se construyó para tapar una iglesia molesta que dominaba la capital, el subte (metro) y sus vagones antiguos; el banco desfalcado, una postal casi habitual en la historia de los argentinos... y la resolución que se lleva a cabo en la barriga de un galpón de una fábrica abandonada, como cascarón de proa de una no tan antigua producción industrial, de la cual alguna vez los argentinos nos sentimos orgullosos y que hoy luce como en el film, vaciada de contenido para albergar a malvivientes de clase media.
Si bien se trata de un film de ingenio, con trazas de argentinismo para exportar, cuyos resultados se han comprobado en los innumerables premios obtenidos, no deja de tener su lado crítico y moralista, al que no llegaremos sino en la resolución, porque en su transcurso, sólo veremos pequeñas escenas donde la ética apenas se delinea para finalizar en una relectura, debido al final inesperado que, después de tanta trampa, podría soslayarse.
1 Chorro: ladronzuelo; motochorros: pareja de ladrones que se desplazan en moto; salidera: robo a alguien que ha retirado dinero del banco; gilada: los tontos; descuidistas y arrebatadores: roban de un tirón, por descuido de la víctima; culateros, lanzas, garfios y pungas: carteristas; abanicadores: expertos en abrir cerraduras de puertas o cajas fuertes; gallos ciegos: realizan trámites sin saber que son ilegales, por ejemplo, cobran un cheque falso; biromistas: levantadores de apuestas para la quiniela clandestina; mecheras: ladronas de pequeños artículos en las tiendas; boqueteros y escruchantes: ladrones que suelen romper puertas y ventanas para robar; mostaceros: suelen manchar a la víctima para aprovechar de robarle con el pretexto de ayudarle a limpiarse; bagalleros: contrabandistas; pequeros: jugadores tramposos; filos: estafadores.
Ficha técnica:
Nueve reinas, Argentina, 2000
Dirección:Fabián Bielinsky
Producción: Pablo Bossi
Guión:Fabián Bielinsky
Fotografía: Marcelo Camorino
Música: César Lerner
Montaje: Sergio Zottola
Interpretación:Ricardo Darín, Gastón Pauls, Leticia Brédice, Tomás Fonzi, Elsa Balaguer, Celia Juárez, Antonio Ugo, Alejandro Awada, Ignasi Abadal, Óscar Núñez, Leo Dyzen