De las películas de ciencia-ficción que se enmarcan dentro de la coyuntura de una sociedad distópica, la apocalíptica parábola premonitoria que representa Hijos de los Hombres es, quizá, la que plantea el futuro más temido y, por tanto, también más creíble. Pese a que se desenvuelve en una realidad alternativa partiendo del tiempo actual, resulta aterrador pensar en la posibilidad de que algún día el fin de todo cuanto conocemos se haga palpable. Hoy, el calentamiento global del planeta, debido a los gases de efecto invernadero y a otros tipos de contaminación, es un hecho. El cambio climático es una expresión en boca del mundo entero. Muchas especies animales están mutando o desapareciendo. Y la humana, no ha de correr mejor suerte. Su facilidad para la adaptación al medio no es infalible. El hombre cosecha lo que ha sembrado, se gana a pulso su propio destino; si merecemos un castigo desde ya, más nos vale que nunca sea la horrorosa privación de la capacidad de procrear.
Alfonso Cuarón se estrena con muy buen pie en el género, tras haberse dedicado hasta ahora a las comedias y dramas románticos (Y tu mamá también, Grandes esperanzas) y a la fantasía infantil (Harry Potter y el prisionero de Azkaban). En un mundo cruel, sin niños, y donde hasta el más optimista ha perdido la esperanza, muere el hombre más joven. Los derechos de los inmigrantes han vuelto al pasado, siendo considerados de nuevo una raza inferior. Los grupos terroristas luchan por un mundo mejor para todos. Una vaga ilusión habla de la existencia del llamado Proyecto Humano, la última baza para la supervivencia del hombre.
Además de construir un seductor argumento-denuncia -a partir de la novela homónima de la británica P.D. James- dentro de este contexto anárquico perfectamente definido, Cuarón logra una obra visualmente impecable. El rasgo más plausible lo constituye el predominio de tomas larguísimas, de planos-secuencia sin límites temporales ni espaciales repletos de acción de delicada coreografía. Una acción justificada, interactivamente tensa. La finalidad de este tipo de rodaje responde al deseo de un ajuste del desarrollo de la trama a un tiempo real, lo que dota de un verismo imprescindible una obra que, como ocurre en la mayoría de las distopías, pretende mostrar las consecuencias de una milenaria conducta irresponsable.
La opción de contar con estrellas de renombre, como Clive Owen, Julianne Moore o Michael Caine, no debe actuar como un pretexto para desviar la atención de la dinámica de un film que gravita sobre una extraordinaria factura rítmica. Cabe subrayar las escenas en las que intervienen coches, que eliminan la barrera que obliga a un examen deficiente, desde el único y aislado ángulo de la cámara. El equipo del cineasta mexicano diseñó un complejo artefacto rodante provisto de cámaras específicamente ensambladas, capaz de realizar un seguimiento de la acción en las tres dimensiones, resolviendo el problema de las perspectivas al transmitir el volumen de un entorno completo, de tal manera que el espectador termina introduciéndose en la escena como un personaje añadido. Esta es la interactividad que antes mencionábamos: la posibilidad de ser compañeros de viaje del voluntarioso Theo en el encargo de poner en buenas manos a la joven Kee, la única oportunidad para la agonizante raza humana.
La pareja busca un barco llamado Tomorrow. Ese mañana que promete una solución esperanzadora, ideal, no confirmada -tan sólo sugerida por las risas de unos niños al final de los créditos-. No obstante, el mundo está como está... y siempre albergó cantidad de promesas.
Ficha técnica:
Hijos de los hombres (Children of Men)
EUA, 2006
Dirección: Alfonso Cuarón
Guión: Alfonso Cuarón, Timothy J. Sexton
Producción: Marc Abraham, Armyan Bernstein
Fotografía: Emmanuel Lubezky
Montaje: Alfonso Cuarón, Alex Rodríguez
Interpretación: Clive Owen, Michael Caine, Julianne Moore
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